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Acuerdo de distribución de pérdidas







Estamos frente a una crisis cuándo todas las soluciones disponibles son malas, y ninguna de ellas nos permitirá salir del círculo de resultados negativos en el que estamos encerrados.




Lamentablemente, esa es la situación de nuestro país, y el Gobierno Nacional está en el núcleo de la crisis, proponiendo medidas y políticas que no muestran a los ciudadanos un camino de salida que despierte confianza y expectativas.

Evidentemente las soluciones deben surgir del Gobierno y de su Presidente, ya que es él quien está al mando del timón, colocado allí por el voto popular de la sociedad que le ha encomendado encontrar un camino que nos saque del rumbo de colisión, o que al menos rescate lo que queda del barco luego de haber pegado contra el iceberg.

Pero si todas las soluciones de políticas públicas disponibles son malas, ¿qué podría hacer el Gobierno para salir del círculo trágico en el que se encuentra? Lo que no ha hecho hasta ahora: salir de su caja de pensamiento y buscar soluciones fuera de su ecosistema, que ya se encuentra viciado y condicionado por las expectativas negativas.

Ello implica convocar a las principales fuerzas de la oposición y proponer la generación de un plan de estabilización nacional, en materia social, sanitaria y económica, que cambie por completo las expectativas locales y globales respecto de nuestro país.

Para lograrlo se requiere grandeza política del que debe proponerlo, pero también de aquellos que deben aceptarlo. Y ello sin dudas debe ser acompañado de un gran acuerdo de distribución de pérdidas en materia de capital político.

Ninguna fuerza política podrá salir fortalecida del acuerdo, ni buscar capitalizar ganancias, ya que todas tienen un costo que pagar. La situación de Argentina es responsabilidad de todos los que han estado al frente de la administración del país. En algunos casos será por acción y en otros por omisión. Algunos serán más y otros menos responsables. Pero a todos les (nos) corresponde asumir y distribuir costos.

Un plan de salida acordado es la única opción que nos queda para volver a generar confianza y previsibilidad, y para que la sociedad deje de pagar los costos que le corresponden a la política.

Para lograr esos acuerdos, cada partido deberá saber a dónde está parado. Desde qué ideas, valores, principios y creencias pretende dialogar y negociar con aquél que, seguramente, no comparte alguno de ellos. Solamente desde la definición de la propia identidad partidaria cada organización podrá determinar en qué puede ceder, en qué puede acordar, o en qué debe mantenerse firme.

Para que dichos acuerdos existan, y sean sostenibles en el tiempo, generando confianza y brindando garantías a la sociedad, deben estar construidos sobre bases sólidas. Sino únicamente serán acuerdos de cúpulas, que solamente definirán la distribución del poder en parcelas. Ello no sirve, ya conocemos sus resultados.

Quedan tres años de gestión, y es evidente que no hay país ni sociedad que pueda aguantar este nivel de deterioro durante un lapso de tiempo tan extenso. Es momento de realizar un cambio en la hoja de ruta, y él debe estar liderado y conducido por el Presidente.

Los puntos de encuentro están escritos en nuestra Constitución Nacional. No hay nada que inventar. Si Argentina regresa a sus bases liberales, con un Estado que promueva la igualdad de oportunidades, el progreso, la inversión, el mérito y el desarrollo, sin dudas que en poco tiempo volveremos al rumbo que nunca se debería haber abandonado.

Los verdaderos líderes son aquellos que reconocen sus errores y cambian a tiempo. Ha llegado el momento de mostrar esos liderazgos y de que la política asuma sus costos y alcance un acuerdo que nos vuelva a colocar en un camino de estabilidad, reglas claras y previsibilidad. El resto, vendrá solo.


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