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Belgrano y la declaración de la Independencia







La vida del general Manuel Belgrano ha sido corta en tiempo, murió a los cincuenta años, pero intensa como abultada en acontecimientos decisivos de la historia nacional. De modo que tomaré solo un aspecto de su actuación como fue su participación en el Congreso de Tucumán. Repasar su vida aunque sea someramente obligaría a una extensa nota y sospecho que por la celeridad de los tiempos que corren el artículo sería apartado del foco del lector. Sabemos que no es la lectura lo que hoy más atrae y no lo digo de manera crítica sino realista.






Existen multitud de caminos que brinda la tecnología moderna para aproximarse a hechos de nuestra historia. Adentrémonos ya en lo que nos convoca.


La situación en las Provincias Unidas del Rio de la Plata era gravísima alrededor de 1814; no tomo esa fecha al azar, lo hago porque en marzo de ese año Fernando VII, el Rey depuesto por Napoleón en 1808, había retornado al trono español. Lo había hecho con el apoyo de Bonaparte, de Inglaterra y también de una porción importante del pueblo que consideraba como un triunfo la restauración, en la medida que revertía las consecuencias de la invasión napoleónica a la península en 1808. Las consecuencias para España y para América fueron graves. En el Manifiesto del 4 de Mayo de 1814, Fernando VII anoticiaba, y esto era aplicable a América:



¨Todo aquel que intente sostener la Constitución de 1812 y la obra de las Cortes, lo ejecute de hecho, por escrito o de palabra será declarado reo de lesa majestad y como tal se le impondrá la pena de la vida¨ Y para nosotros los americanos adicionaba una formidable flota de veinte mil hombres al mando del general Murillo dirigida originalmente al Río de la Plata pero que finalmente fue destinada a Caracas donde llevó adelante todo tipo de atropellos. ¿Cómo era la situación política y militar cuando los diputados del Congreso del 16 se reunieron en Tucumán



El Alto Perú, actual Bolivia, había caído en manos españolas luego de la batalla de Sipe-Sipe, el 29 de noviembre de 1815. Los maturrangos, como gustaba llamar San Martín a los españoles, habían retomado la Capitanía General de Chile luego de la batalla de Rancagua el 2 de octubre de 1814 y continuaba en su poder. El litoral convulsionado por la guerra civil entre el Directorio y Artigas, restaba fuerzas y ánimos a la independencia. En el resto de Hispanoamérica la revolución estaba derrotada.


LA CONVULSIÓN LITORALEÑA


Para comprender el problema que complicaría durante casi todo el siglo XIX la vida política argentina ¡qué mejor que darle la palabra a Juan Bautista Alberdi!: ¨La Revolución de Mayo de 1810, hecha por Buenos Aires, que debió tener por objeto único la Independencia de la República Argentina respecto de España, tuvo el motivo de imponer la autoridad de su provincia a la Nación, emancipada de España. Ese día cesó el poder español y se instaló el de Buenos Aires sobre las provincias argentinas.¨ Visto de esta forma, los acontecimientos posteriores a 1810, esto es los conflictos con Artigas y las provincias interiores adquieren la real magnitud de lo que estaba en juego y las causas profundas del malestar del siglo XIX. Y de esta manera debemos comprender como este asunto de Buenos Aires y las provincias se coló en el conflicto más general de la Independencia.


La Junta de Mayo devino en Junta Grande, luego en Primer Triunvirato, después Segundo Triunvirato, inmediatamente Asamblea del Año XIII para desembocar en el Director Supremo, derrotero que no analizaremos en esta nota pero que se explican a la luz de las palabras de Alberdi. Independientemente de esta colisión, en Buenos Aires las intrigas parroquiales, propias de la ciudad, se sucedían unas a otras, pues en el centro del poder las fracciones porteñas se enfrentaban independientemente del conflicto con el interior.


Los dos Ejércitos creados por la Junta de Mayo, el del norte y el que marchó a Paraguay con Belgrano padecían las consecuencias de estas intrigas pero también se comportan en el interior del país de una manera desaprensiva con aquellos hombres. Especialmente el Ejército del Norte cuando estuvo bajo control de Juan José Castelli. El historiador salteño Bernardo Frías en su libro Historia del General Martín Güemes afirma: ¨el gobierno de Buenos Aires, mientras con una mano extendía el auxilio armado para emancipar a los pueblos de la opresión española, con la otra les uncía su yugo, tomando para sí todas las prerrogativas despóticas que había usado el rey de España; nombrando de esta manera, por su propia autoridad, los gobernadores y todos los principales empleados en el interior, como los generales de los ejércitos; e imponía contribuciones y ajusticiaba fuera de su jurisdicción, y disponía de todo a lo largo del país.¨






En el litoral Gervasio Artigas había logrado constituirse en un caudillo de honda raigambre popular que aspiraba a mantener su autonomía del gobierno de Buenos Aires. Combatía en su tierra de origen, la Banda Oriental, contra los españoles asentados en Montevideo y contra los portugueses que empujaban desde el norte. Su influencia se hacía sentir en Corrientes, Entre Ríos, Santa Fe y Córdoba. Buscaba organizar la Nación bajo un sistema republicano confederal con capital fuera de Buenos Aires. Pero la situación era agónica todo entreverado, la lucha por la Independencia y la Organización Nacional atravesada por la guerra civil. Frente a este caos todo se malograba.


La Asamblea del año XIII, no había logrado sus objetivos de declarar la Independencia y sancionar una Constitución. En verdad antes de la restauración de Fernando VII, como hemos visto en 1814, no todos los sectores estaban de acuerdo con el asunto de la independencia.


Se disolvió la Asamblea delegando el poder en un Director Supremo. El primero fue Gervasio de Posadas que arremetió con furia contra Artigas poniéndole precio a su cabeza, vivo o muerto. Fracasó. Le sucedió en el cargo Carlos María de Alvear. Fue para peor. Redactó un bando declarando a Artigas, asesino, bárbaro, malvado y monstruo.


Para que el lector pueda hacerse una composición de lugar en virtud de la magnitud y lo complejo de los frentes abiertos señalo alguno de los problemas más graves del año 1814 y 1815 en vísperas de la declaración de la Independencia.

El conflicto de Buenos Aires con Artigas se agudiza.

Belgrano al frente del Ejército del Norte ha sido derrotado a fines de 1813 en Vilcapugio y Ayohuma. El norte queda en manos del Virrey del Perú. Luego en 1815 la fatal derrota de Sipe Sipe. Aumenta la angustia.

Tropas Españolas desembarcan en Montevideo a fines de 1813

Se ha restaurado en el trono Fernando VII

Chile ha caído en manos españolas.


La única buena de esos años es el acuerdo que se llega con Lord Strangford, representante británico para América del Sur, residente en Río de Janeiro, de impedir que los portugueses se apoderaran de las posesiones españolas. Sin embargo se hizo imposible que Inglaterra mediara en nuestro conflicto con España en virtud de que esta nación era una aliada de Fernando VII y no tenía en claro cómo quedarían las cosas en América: si en manos nuestras o recuperadas por España.


En el ínterin el General Manuel Belgrano y Bernardino Rivadavia son enviados a Europa con el fin de lograr una mediación con Fernando VII o de no lograrlo conseguir algún personajón capaz de ser elevado a la categoría de Rey aquí en América. Parten en diciembre de 1814. Pero era tan grande la ofuscación de Fernando que decidió no recibir a ningún emisario amenazando que aplastaría la insurrección americana. No había nada que hacer la Independencia era el camino.

EL CONGRESO DE TUCUMÁN


Al dejar el cargo de Director Supremo don Gervasio de Posadas, lo continuó su sobrino Carlos María de Alvear a esta altura enemistado con San Martín que se hallaba en Cuyo organizando un pequeño pero disciplinado Ejército para el cruce de los Andes y expulsar a los españoles. Alvear duró tres meses en el cargo pues su intemperancia e imprudencia con Artigas, como su osada propuesta de formar parte del Imperio Británico realizada a Lord Strangford provocaron que el Ejército de Buenos Aires que operaba en Santa Fe contra Artigas se sublevara a las órdenes del general Álvarez Thomas y desplazara del poder a Alvear. Al asumir como nuevo Director, Thomas en acuerdo con San Martín, Rondeau, al frente del Ejército del Norte, y Miguel de Güemes, convocaron a un nuevo Congreso a realizarse en Tucumán con el objeto de declarar la Independencia, sancionar una Constitución, definiendo una forma de gobierno.


El Congreso inició sus sesiones el 24 de marzo de 1816. Los congresales reunidos en Tucumán se encontraban muy solos y desamparados. La única luz encendida era Tucumán. Y esos veintinueve diputados la esperanza sudamericana. Una vez reunido el Congreso, lo primero que se discutió y tuvo honda repercusión en Buenos Aires fue al momento de elegir el nuevo Director Supremo. Los hombres del interior pugnaron por Moldes, diputado por Salta de reconocido prestigio social y militar. No obstante su carácter altivo y áspero, como cuenta el general Paz en sus Memorias, no le impidió ser propuesto para el cargo al cual se opuso rabiosamente Buenos Aires, pues ¨la capital apelaría a la revolución antes que consentir en obedecer a semejante enemigo”. Se acordó, entonces, que fuera Juan Martín de Pueyrredón el nuevo Director, el hombre guardaba una excelente relación con el general San Martín y eso facilitaba las cosas en la lucha contra los españoles.


Volviendo a los diputados, ellos necesitaban imperiosamente conocer el clima y la atmósfera que se vivía en Europa. Sabían las razones por las cuales estaban reunidos y también que se esperaba de ellos. Fue entonces cuando solicitaron la presencia del general Manuel Belgrano, recientemente nombrado al frente del Ejército del Norte y recién llegado de Europa, para que en sesión secreta describiera la situación y el estado de ánimo de los gobiernos del viejo continente. Belgrano habló con ellos el 6 de julio. En apretada síntesis informó:

Que los gobiernos europeos habían pasado de la valoración de los hechos americanos a descalificarlos por el desorden y el caos imperante lo que hacía imposible cualquier tipo de ayuda de las naciones europeas.


Que las ideas republicanas habían mutado y en Europa todo estaba monarquizado. Que la nación inglesa había evolucionado favorablemente en sus niveles de desarrollo merced a su sistema de gobierno monárquico moderado y que formas similares habían sido adoptadas por países como Francia y Prusia.

Que por estas razones el no veía otra opción de gobierno más que la monárquica frente al compromiso de las naciones del viejo continente de intervenir en aquellas regiones que se opusieran al nuevo orden mundial. De modo que propuso una monarquía temperada a cuyo frente habría un Inca con capital en Cuzco. El tema no era nuevo. Ya lo había planteado Miranda. Lo cierto fue que tuvo defensores y detractores.


Que de España no debíamos temer puesto que se hallaba en una situación desesperante. Que Inglaterra no nos iba a ayudar pero tampoco a España de modo que debíamos ordenar nuestra sociedad y nuestros ejércitos como también la hacienda pública.


Finalmente dar tranquilidad respecto de que Portugal no nos atacaría y que dependíamos solo de nuestras fuerzas para vencer y ordenar la guerra revolucionaria.


Observe el lector la responsabilidad de aquellos hombres necesitados e interesados en conocer la situación mundial antes de dar el paso decisivo.

LA DECLARACION DE LA INDEPENDENCIA

San Martín desesperaba por la declaración de la independencia. Entonces en una carta a Godoy Cruz, diputado por Cuyo al Congreso, le explicó que reasumir la soberanía de la Patria era impostergable pues colocaba al Rey de España en el lugar de usurpador, de manera que: “¿Cuándo se juntan y dan principio a sus sesiones? ¿Hasta cuándo esperamos para declarar nuestra independencia?” La audacia de San Martín y Belgrano, junto a los diputados del interior, hizo la proeza del 9 de julio de 1816, cuando el Presidente del Congreso Narciso Laprida se dirigió a los Diputados:


¿¨Queréis que las Provincias Unidas de Sud América sean una nación libre e independiente de los reyes de España y de su metrópoli¨? El sí fue estentóreo.

El paso dado por aquellos hombres fue de un alto coraje cívico. Viejos recuerdos mencionaban que el Diputado Juan José Paso, en el baile que se dio la noche del 9 de julio en honor a la Independencia preguntó en voz alta a un grupo de sus compañeros ¿saben ustedes lo que han firmado hoy? Como nadie contestaba, hizo la señal del degüello.


El Acta original del 9 de julio desapareció. Contamos con la del 19 de julio cuando se le realizó un pequeño añadido a pedido del diputado porteño Pedro Medrano, quien planteó la necesidad que la Independencia no solo fuera de España sino de toda otra dominación extranjera. Al parecer el agregado fue motivado por cierta suspicacia respecto del general Manuel Belgrano que en los años previos a la Revolución de Mayo había procurado que Carlota Joaquina esposa del Rey de Portugal y hermana de Fernando VII asumiera el trono de las colonias de América.

DEBATE SOBRE LA FORMA DE GOBIERNO


Belgrano en la reunión secreta del 6 de julio consideró que la mejor forma de gobierno que debiéramos darnos, conveniente al tiempo y al clima que se vivía en el mundo, era la de una Monarquía temperada. Para ese cargo pensó en un Inca. Entre los apoyos más fuertes estuvieron los diputados del interior y del Alto Perú más el general Martín Miguel de Güemes y José de San Martín que en carta a Godoy Cruz, diputado de Cuyo al Congreso le decía:


“Yo digo a Laprida lo admirable que me parece el plan de un Inca a la cabeza, las ventajas son geométricas, pero por la patria les suplico no nos metan en una regencia de personas, en el momento que pase de una todo se paraliza y nos lleva al diablo.”(24/5/1816) “Me muero cada vez que oigo hablar de federación. ¿No sería más conveniente trasplantar la capital a otro punto, cortando por este medio las quejas de las provincias. ¡Pero federación! ¿Y puede verificarse? Si en un gobierno constituido y en un país ilustrado, poblado, artista, agricultor y comerciante se han tocado en la última guerra contra los ingleses- hablo de los americanos del norte- las dificultades de una federación. ¿Qué será de nosotros que carecemos de aquellas ventajas? Amigo mío, si con todas las provincias y sus recursos somos débiles ¿Qué nos sucederá aislada cada una de ellas? (24/2/1816)

Por su parte el general José María Paz en sus Memorias afirma haber escuchado de boca de Belgrano:

¨no tenemos ni las virtudes ni la ilustración necesarias para ser república, y que era una monarquía moderada lo que nos convenía. No me gusta ese gorro y esa lanza en nuestro escudo de armas, y quisiera un cetro entre esas manos, que son el símbolo de la unión de nuestras provincias. ¨

Por un lado la situación mundial y por el otro nuestras propias dificultades hacían pensar a los generales de la independencia –todos ellos demócratas convencidos- que lo mejor en ese momento era una Monarquía temperada capaz de mantener asociadas a las Provincias Unidas en América del Sud tal cual afirmaba la declaración de la Independencia. La resistencia al proyecto de Belgrano provino fundamentalmente de Buenos Aires y de dos hombres tan distintos y disímiles como Dorrego y Rivadavia. El primero afirmaba burlonamente este es un Rey de patas sucias y don Bernardino no se quedaba atrás: “No puedo dejar de confesar que sabido con sorpresa y dolor que ahí se fomenta la idea de proclamar a un descendiente de los Incas. Como he llegado a comprender que uno de los que habían abrazado con ardor esta opinión es Manuel Belgrano, le he escrito largamente sobre este particular, exponiéndole las principales razones que, en mi concepto, deben condenar tan desgraciado pensamiento a un absoluto olvido”. Lo de Rivadavia era extraño ya que dos años antes buscaba un príncipe europeo. ¡Al menos San Martín pugnaba por un Inca!


Pertinente coincidencia ideológica de federales y unitarios porteños especialmente si se trataba de ofender a provincianos del color del chocolate.

BOLIVAR Y BELGRANO


Belgrano estaba al tanto de la furia que provocaba su proyecto del Inca en una carta a su amigo Manuel Ulloa le dice:

¨Si usted lee los papeles públicos de Buenos Aires verá como unos me atacan y otros me defienden acerca de nuestro pensamiento de monarquía constitucional e Inca, digan lo que quieran los detractores, nada y nadie será capaz de hacerme variar de opinión; creo que es nacional, es justa, y ni el cadalso ni las llamas me arredrarían de publicarla lo que siento es no ver la idea realizada¨

Pero también el significado político y social de su propuesta, en carta a Manuel Ascencio Padilla le escribía: ¨se trata de restablecer la Monarquía de los antiguos Incas, destronados con la más horrenda injusticia por los mismos españoles.¨

En su carta de Jamaica de 1815, que Belgrano jamás leyó Simón Bolívar afirmaba que la lucha contra España ocasionaría la desunión: “Al desprenderse la América de la monarquía española se ha encontrado semejante al Imperio Romano, cuando aquella enorme masa cayó dispersa en medio del antiguo mundo”.


Liberarnos de España significaba acabar con el poder unificante de la metrópoli. ¿Cómo hacer para sobreponernos? Descreía de las repúblicas como de la monarquía, pensaba en gobiernos paternales que curaran las llagas y las heridas. Le preocupaba la unidad, pero esa unidad debía estar organizada por una metrópoli: “La metrópoli sería México, que es la única que puede serlo, por su poder intrínseco, sin el cual no hay metrópoli”. Sin embargo, no lo creía factible pues era un poder extrínseco, se hallaba en los bordes. Pensó, entonces, en el istmo de Panamá y la reunión de un congreso. Tampoco. Bolívar no halló un centro. Un punto centrípeto. Desesperaba por hallar un punto en América capaz de unificar por su cultura, su imperio, su arte, al conjunto hispanoamericano, que en su lucha por la Independencia generó el estallido de una región que antes unía España.


Entiendo que Belgrano, San Martín y Güemes pueden haberse hecho la misma pregunta y creyeron que el Cuzco por su tradición cultural de gran imperio centralista sostenido por generales tendría la fuerza centrípeta suficiente para mantener unidas a las provincias Unidas en América del Sur. No pudo ser. Finalmente vinieron las Repúblicas y naturalmente la balcanización. Queda para otro artículo desentrañar, si se puede, quién era el Inca en el que pensaba el general Manuel Belgrano.

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