Por Miguel Ángel Iribarne -

La cultura política en la que nos reconocemos podría sintetizarse en tres notas que la definen. Esos tres rasgos muchas veces han sido percibidos como total o parcialmente contradictorios. Hoy, ante la presión insidiosa , de la ideología dominante global-progresista, debemos favorecer todo aquello que los reúne y los articula, reconstituyendo el sentido común que se procura socavar.
Por eso manifestamos que somos conservadores, en el sentido de que hacemos nuestro conscientemente el instinto de supervivencia de nuestra Nación y de la Civilización en que se funda.
Somos igualmente liberales, porque no se puede conservar el canon occidental sin reconocer que el mismo asume históricamente la idea del Estado de Derecho y de las correspondientes libertades civiles, educativas y económicas.
Y, al propio tiempo, somos populares, por nuestro carácter interclasista, nuestro compromiso con la igualdad de oportunidades y la movilidad social ascendente y la convicción de que es en el conjunto del país que arraiga aquél sentido común amenazado por las minorías iluministas.
Y, a propósito de esta última definición, decimos que no creemos que en la Argentina exista un conflicto de clases básico entre “burguesía” y “proletariado”, si es que estas palabras conservan siquiera un significado unívoco. Nuestro conflicto estructural se plantea, en la actualidad, enfrentando, por un lado, a la fracción dominante de la clase política y, por otro, a las clases productivas en toda su variedad. La primera, estructurada corporativamente, tiene a los estratos marginales por clientela subsidiada, y a la intelectualidad y subintelectualidad “progresistas” por instancia generadora de sus relatos legitimantes. Las segundas comprenden a las clases medias trabajadoras, a los profesionales, a los técnicos, a los productores agropecuarios y a los obreros de los sectores competitivos de la economía. El impresionante sistema de impuestos y subsidios constituye la palanca por la cual subsiste la dominación de los primeros sobre los últimos. La que debe ser desmontada.-