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Conversando con Menem: una anécdota sobre Fidel Castro








En el año 2009 le hice algunas visitas al ex Presidente Carlos Menem, que con enorme paciencia y extrema generosidad me atendió en su casa del barrio de Belgrano. Grabé buena parte de aquellas conversaciones con la idea de realizar un pequeño libro de anécdotas que describieran aspectos de su personalidad, que, si bien eran públicas, al dejarlas por escrito podrían perdurar en el tiempo. ¡El hombre, bien valía la pena!





Algunas de nuestras charlas las he hecho conocer en notas publicadas por Infobae. Pero debo asumir que lo que pensaba ser un pequeño libro, al final no será, de modo que cumpliré mi palabra y de a poco, y según las circunstancias, iré publicando recortes, ¿aguas fuertes serían? de aquellos encuentros.


La tarde del 18 de febrero del 2009 conversamos sobre su amigo Fidel, según él decía. Así, como está escrito, “mi amigo Fidel”.


El lector ya habrá visto correr por las redes, en estos días, dos cortos videos del doctor Menem haciendo duros comentarios sobre la dictadura castrista y aclarando el meneado asunto del bloqueo. Sin embargo, en la intimidad hablaba de “mi amigo Fidel”. Es que Menem y lo digo con absoluta certeza, en sus actitudes políticas, se acercaba a la escuela de Roca, quien escribía a un amigo: “En política no se debe herir inútilmente a nadie, ni lanzar palabras irreparables, porque uno no sabe si el enemigo con quien hoy se combate será un amigo mañana.”


Fidel me invitó muchas veces a Cuba, me dijo Menem. Era insistente, ya no recuerdo cuantas, y siempre le daba las mismas respuestas: no, hasta que no cambie el sistema o el régimen, no voy a ir, Fidel.


Supongo que con ironía y ¡vaya si Castro la tenía! me replicaba:


—No me vas a decir que soy un dictador.

—No, Fidel, algo parecido.

—Oye, chico, si hay un régimen democrático en el mundo, ese es Cuba.

—Sí —le digo—, de un solo partido y una elección cada cuatro años.

—Sí, pero el pueblo elige.

—Sí, a un solo partido —replico.


Se podía hablar muy bien con él. Es un tipo tranquilo. Estábamos en una cumbre en Portugal y le tocó hablar a Fidel y pidió hacerlo primero la mujer del presidente de Portugal. ¡Las cosas que dijo de Fidel, irreproducibles!


Entonces le pregunto, ¿cómo te sientes? Bien, cuando salgo de Cuba estoy acostumbrado a que me digan cosas.


Pasó un tiempo, yo estaba en una fiesta, vienen de mi custodia y me informan que tengo un llamado telefónico. Era Zulemita:


“Papá, estoy aquí en Cuba con el Comandante que te quiere hablar.” Lo saludo y me dice, muy buenos los vinos que me mandaste, y le contesto: y muy buenos los habanos que me enviaste. Y vuelta a lo mismo: ¿vas a venir o no?


—Mirá, Fidel, mi palabra es única.

—Mirá que tu hija quiere que vengas.

—Sí, Fidel, esa es mi hija, que de política entiende poco. Fidel, yo he sufrido los azotes de las dictaduras, sé que vos no sos dictador, pues en tu fuero íntimo no te consideras de ese modo, pero tu régimen sí lo es. No me insistas.


Pasa que había una cumbre que se hacía en Cuba y volvía a la carga: mirá chico que es la última. Había una gran afinidad entre él y yo. Nunca habló mal de mí.


Y eso es cierto, Fidel acusó a De la Rúa de lamebotas de los yanquis, siendo que las declaraciones de Menem contra Cuba siempre fueron categóricas y duras, no así las de la Alianza, que con el Chacho y el Frepaso, y pese a su guevarismo de vitrina, se asimilaban más a la acusación de Castro.


Al preguntarle por Chávez, presidente de Venezuela, Carlos me dice:

Castro tenía mucho magnetismo y atractivo. Chávez, ninguno.


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