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El Perón que no miramos

Por Mariano Caucino


En el recuerdo colectivo de los argentinos, se asocia inmediatamente al primer peronismo con un tiempo de prosperidad ilimitada y una revolución social forjada a través del reconocimiento de derechos a la clase trabajadora.­





Sin embargo, apenas extinguida la inmediata posguerra, ese tiempo de bonanza se clausuró. Tan temprano como a comienzos de 1949 fue el propio Juan D. Perón quien, al momento de advertir sus propias equivocaciones, no dudó en alterar el curso de su política económica y su política exterior aplicando medidas de dura restricción económica y gran realismo en sus vinculaciones internacionales.­


Acaso el núcleo de ese Perón que no miramos fue el progresivo acercamiento a los Estados Unidos que Perón procuró más temprano que tarde. Una expresión cabal de esa tendencia pudo verificarse en junio de 1950 cuando Perón creyó ver en el estallido de la guerra de Corea el surgimiento de una Tercera Guerra Mundial. Esa perspectiva es la que permitió al líder mostrar su vocación pro-occidental, instruyendo a su canciller Hipólito "Tuco" Paz y su embajador Jerónimo Remorino a asegurar a la Administración Truman que la Argentina estaría a su lado en la lucha contra la expansión del Comunismo.­


Pero estos hechos fueron ocultados en buena medida por parte del propio relato peronista, en especial a partir de la caída del gobierno justicialista en septiembre de 1955, tarea a la que contribuyó -con otros objetivos- la Revolución Libertadora.­


MITO PERONISTA­


Unos y otros, propios y ajenos, construyeron un mito peronista cimentado en buena medida en falsedades, medias-verdades y fantasías que por mucho de ser repetidas muchos asumen como verdades. Pero acaso sea este peronismo de la restricción el más valioso para recordar, estudiar e invitar a la reflexión toda vez que el peronismo sigue teniendo validez histórica fundamental, para bien o para mal.­


Consideré apropiado recordar esta experiencia olvidada del Perón que no miramos de tiempos de la escasez, cuando la habilidad del líder lo llevó a maniobrar en un escenario global que no controlaba y cuyas consecuencias eran decisivas para el país.­

Paradójicamente, Perón cayó cuando su política de acercamiento a los Estados Unidos estaba mostrando sus manifestaciones más concretas y cuando su programa económico de estabilización a través del Segundo Plan Quinquenal había obtenido importantes resultados. Sin embargo, las reformas económicas y la política exterior pro-norteamericana llevada adelante por el gobierno peronista en la segunda mitad de su administración ha sido ocultado y negado en gran medida en los años que siguieron.­


Un manto de silencio parece olvidar que a partir de 1950, pero especialmente desde 1952, Perón mismo pareció tomar conciencia del agotamiento del modelo de sustitución y de economía cerrada que heredó en 1946 y que profundizó en los primeros tres años de su gobierno. Acaso el propio Perón contribuyó a esa distorsión durante su exilio forzado, cuando fue adoptando progresivamente un tono anti-imperialista que volvió a enfrentarlo con los Estados Unidos. Esta narrativa fue intensificada, sobre todo, en los últimos años antes de retornar a la Argentina cuando, motivado por una vocación táctica de atraer a las masas de jóvenes imbuidos por ideas socialistas, buscó seducirlos mediante una _remake_ de la Tercera Posición.­


FENOMENOS HISTORICOS­


Lo cierto es que aquel Perón que no miramos cayó en 1955 en el momento en que mejor relación mantenía con los Estados Unidos y pocos meses depués de lograr la firma del contrato con la California para la explotación petrolera. Una política proto-desarrollista que luego retomaría Arturo Frondizi entre 1958 y 1962.­

A menudo la incomprensión de los fenómenos históricos contribuye a falsificar la realidad y las percepciones que los dirigentes tienen sobre el pasado. Acaso el mayor daño emerge cuando esas interpretaciones equivocadas confunden a quienes deben conducir los destinos de un país en el presente. Finalmente, como dijo Henry Kissinger, el estudio de la Historia es el único ejercicio posible para la ciencia del gobierno.­


En tanto, Perón y el peronismo siguen despertando pasiones, a favor y en contra. Incluso entre los peronistas, el verdadero Perón y el verdadero "peronismo" es objeto de disputas doctrinarias. Por caso, buena parte de la dirigencia sostiene que lo que hizo Carlos Menem en los años 90 no fue "peronismo" sino una desviación _neoliberal_ que lo apartó de los ideales justicialistas. A su vez otras interpretaciones indican que, los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner tampoco fueron estrictamente "peronistas" sino desviaciones, en este caso hacia el populismo de izquierda, lejos de la doctrina tradicional del movimiento.­


¿Acaso el verdadero peronismo es el que nunca se realiza? A casi cincuenta años de la muerte de Perón, el peronismo en sus distintas manifestaciones persiste vigente como un movimiento político central en la vida política argentina. Para bien o para mal, nada hace suponer que esa realidad vaya a ser modificada en el futuro inmediato. Esos hechos me han llevado a entender que era útil recordar algunas de las políticas del líder fundador del movimiento peronista en tiempos de escasez, una realidad que muy probablemente acompañe en el futuro a los líderes de la Argentina del siglo XXI.­


Por eso escribí este Perón que no miramos, acaso pensando en los dirigentes del peronismo del Siglo XXI, a veces tan "peronistas" en cuanto a su vocación por el poder pero al tiempo tan alejados del fundador del movimiento en su condición de estadistas.­



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