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¿Está preparada la Argentina para la llegada de la ola nacionalista?







“Me hierve la sangre al observar tanto obstáculo, tantas dificultades que se vencerían rápidamente si hubiera un poco de interés por la patria”. Manuel Belgrano.




Uno de las de las tendencias más importantes en los últimos años ha sido el resurgimiento del nacionalismo en gran parte del mundo. Una nueva camada de líderes nacionalistas -entre los que se encuentran Donald Trump, Narenda Modi, Boris Johnson, Benjamin Netanyahu, Racep Erdogan y Jair Bolsonaro- no ha hecho más que reflejar los cambios que se han producido dentro de sus sociedades están modificado tanto la política doméstica como la internacional. ¿Llegará esta ola también a la Argentina? Y de ser hacerlo, ¿debemos preocuparnos o alegrarnos?


Para entender mejor ese fenómeno primero debemos definir a qué nos referimos cuando hablamos sobre nacionalismo. Existen, de hecho, al menos dos formas de entender el nacionalismo.


Para la primera, el nacionalismo es una ideología que tiende a denostar a lo externo, a todo lo que le es ajeno. Por ejemplo, el nazismo puede ser entendido en parte como un producto de un conjunto de ideas que hoy vuelve a presentar peligros. Pero también existe otra concepción sobre el “nacionalismo”, una a la que denominaremos patriotismo. El patriotismo no se opone a lo externo sino que se limita a celebrar los lazos culturales e históricos que nos hacen parte de una misma comunidad. De esta manera, fomenta un sentido de unidad que a lo largo de la historia le ha sido de utilidad a numerosos países para alcanzar el desarrollo.


Efectivamente, resulta difícil pensar que cualquier país pueda progresar si sus habitantes no están dispuestos a hacer sacrificios personales. ¿Quién iría si no a la guerra, poniendo en riesgo su propia vida, para defender a la comunidad de la que es parte? ¿Quién estaría dispuesto a pagar impuestos para ayudar a sus compatriotas más desfavorecidos? ¿O acaso los miembros más capaces de la sociedad aspirarían a ser dirigentes? En definitiva, sin patriotismo una sociedad tiende a estancarse o directamente entra en un proceso de decadencia.


El patriotismo resulta especialmente necesario para una sociedad como la Argentina, en donde los individuos tendemos a actuar sin considerar el bien común. Esto significa que uno de los principales cambios culturales que necesitamos encarar es sentirnos parte de una misma comunidad, dejando así de lado a uno de los defectos que explican nuestra decadencia.


Por ejemplo, la falta de consensos basados en una visión compartida se ve reflejada en nuestra política exterior, víctima de la inestabilidad y de los cambios pendulares. En efecto, pocas han sido hasta ahora las continuidades en temas tan sensibles como Malvinas y nuestras relaciones con Estados Unidos. Este continuo zigzagueo no ha hecho más que restarnos credibilidad e influencia, fenómeno que, si no comenzamos a revertir, será aún más costoso en los próximos años debido a las complejas transformaciones que viene experimentando el sistema internacional. Un mayor grado de unión también traería reglas de juego más estables en el ámbito económico, lo cual le permitiría a nuestro sector privado, hoy sumamente debilitado, generar riqueza y empleos de calidad.


¿Cómo podemos hacer para fortalecer nuestro patriotismo? En parte a través del diálogo y de la construcción de confianza, pero también mediante la elaboración de un ideal común. Para el pensador francés Joseph Renan lo que define a una nación no es la pertenencia a un determinado grupo étnico, sino el deseo que tiene una población de vivir junta, el saber “que han hecho grandes tareas en el pasado y que harán aún más en el futuro”. No es casualidad que en Estados Unidos se celebre el “sueño estadounidense” y que las autoridades chinas promuevan activamente el surgimiento de un “sueño chino”. ¿Cuál debería ser, podemos preguntarnos, el sueño que logre unir a los argentinos?


Resultará, sin embargo, difícil avanzar en la construcción de estos lazos si las que terminan imponiéndose son concepciones que ven en la sociedad una mera suma de individuos sin nada que los una o un escenario en donde debe producirse una lucha de clases. Por el contrario, estas visiones tienden a incrementar aún más la anomia social y las divisiones.


Es muy probable que la ola nacionalista que está atravesando el mundo llegue a la Argentina. Como país, no poseemos ninguna característica particular que nos haga pensar que podríamos quedar marginados de un fenómeno global. Es importante entonces que cuando este sentimiento surja sepamos canalizarlo de una manera constructiva; que esta ola derive en un patriotismo que ayude a fortalecer nuestra sociedad y no en un nacionalismo xenófobo que incremente aún más nuestras divisiones y nos termine enfrentando, de manera innecesaria, con otras naciones. Esto requerirá de una dirigencia -políticos, empresarios, intelectuales…- que esté a la altura del desafío.



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