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Impunidad: una fiscal no halló motivos para acusar a banda armada que provocó la muerte de 2 chicos

Por Diana Cohen Agrest


Los adolescentes murieron aplastados por un tren al huir de sus perseguidores. Eso no detuvo a los delincuentes que les robaron post mortem y fotografiaron los cadáveres: “Que se jodan por cruzar la vía”.

¿Acaso las vidas de dos adolescentes no valen nada? ¿Hasta tal punto hemos naturalizado las muertes violentas que la fiscal del Fuero de la Responsabilidad Penal Juvenil de San Isidro, Paula Vanesa Romeo, no acusó a los responsables que desencadenaron la cadena causal que culminó en la muerte de dos adolescentes?


Antes de proseguir, evoquemos una historia sin consuelo: la noche del 31 de mayo de 2019, Emanuel González y Gastón Galeano, de 16 y 15 años respectivamente, concurrieron a una fiesta organizada por la escuela a la que asistían con el fin de reunir fondos destinados a su viaje de egresados. Concluido el evento y abandonado el salón, según testigos presenciales, los adolescentes junto a un grupo de compañeros se vieron perseguidos para ser robados por una banda de quince mayores y menores de edad munidos de una picana, palos, facas, cuchillos y armas de fuego.


Procurando defenderse de las agresiones, dos de las chicas del grupo de Emanuel y Gastón corrieron hacia las vías para ponerse a salvo. En el intento de alejar a las chicas de las vías, los dos adolescentes fueron en su busca y, en la desesperación por huir de la persecución, los obstáculos visuales impidieron que divisaran la formación que se aproximaba desde la dirección contraria. Finalmente, Emanuel y Gastón se encontraron presos en una trampa mortal entre las facas de los agresores y las vías del tren.


En esta secuencia aberrante, finalmente lograron su cometido: robar las zapatillas de uno de ellos, compradas con enorme sacrificio, “tan blancas, blanquísimas, estrenadas esa misma noche”, según el testimonio desgarrador que escuchamos de la boca de su mamá en presencia de uno de los jueces de la causa.


Siniestramente, los jóvenes asesinos sacaron fotos a los muertos “partidos por la mitad por las ruedas del tren”, según nos narró la mamá de uno de los chicos, para subirlas luego a las redes. En audios y memes que los jóvenes delincuentes se ocuparon de difundir, entre risas nerviosas y escupitajos de furia, se escuchó decir “que se jodan por haber cruzado las vías”.


La reacción de quienes representan la Ley no fue más promisoria: sin interés por verificar el paradero de los quince vándalos que participaron en la persecución -una vez más, a los cuales vecinos aseguran haber visto-, la Fiscal de la causa sólo detuvo a algunos de ellos. Uno, mayor de edad, publicaba fotos en las redes luciendo un arma en una mano y una botella de alcohol en la otra al igual que otros dos menores, uno de los cuales ya tenía otra causa abierta por abuso sexual. Los demás eran inimputables solo por su edad. Todos ellos serían sobreseídos.


Pero desde un principio, la fiscal Romeo benefició a los imputados con la modificación de la carátula. Calificó los hechos como “desafortunados incidentes” en los que Emanuel y Gastón “solo murieron” y, post mortem, les fueron robadas las zapatillas, como si la muerte violenta tras ser arrollados por el tren no hubiera sido una consecuencia directa de la persecución de los delincuentes.


Sin tomar en cuenta que Emanuel y Gastón no podían divisar la formación que se aproximaba, la funcionaria alegó que los otros chicos del grupo se habían salvado y ellos no, atribuyéndoles la responsabilidad de las muertes a los propias víctimas fatales. Cuando en verdad, no es que por su descuido los atropelló el tren sino que estaban escapando de un robo cuya violencia condujo a que se dirigieran a las vías como única salida posible. Distorsionando la secuencia, Romeo no tomó en cuenta que, de no haber sufrido este asedio, hoy los chicos estarían vivos, omitiendo así la vinculación del trágico fin con la acción u omisión por parte de los agresores al provocar la muerte de las víctimas.


El horror tuvo su tiro de gracia -y la funcionaria tuvo perfecto conocimiento de la escalofriante conducta de los delincuentes objeto por su indulgencia-: poco después de ver morir a los adolescentes como resultado de su persecución, uno de los responsables envió dos fotos a una de las madres: un retrato de uno de los adolescentes iluminado por la luz del salón de fiesta a medianoche, y una captura de los cuerpos mutilados de los chicos entre las vías del tren tomada al amanecer.


No hay excusa jurídica -ni mucho menos ética- que justifique la abstención de la fiscal. A modo de corolario, instamos al Estado a efectuar una revisión concienzuda y sincera de los procedimientos de la acusación, con miras a mejorarlos. No es admisible que para una Fiscal no sea reprochable el provocar la muerte violenta de dos jóvenes cuando, mínimamente, debería haber requerido que respondieran frente a un Tribunal o en un Juicio por Jurados, para dirimir su responsabilidad penal. Dice el Talmud: “Quien es piadoso con los crueles, termina siendo cruel con los piadosos”. Y la fiscal Romeo lo fue.


Horas más tarde, la responsable del Fuero de la Responsabilidad Penal Juvenil de San Isidro, Paula Vanesa Romeo, envió una carta a este medio en la que aclaró que el sobreseimiento de los acusados lo resolvió la Cámara de Apelaciones de San Isidro, y luego ese fallo fue confirmado por una Sala del Tribunal de Casación Bonaerense.


La autora es Doctora en Filosofía (UBA) y fue galardonada con el Premio Konex de Platino de la última década en Ética. Es Presidenta de la Asociación Civil Usina de Justicia.

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