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La historiografía kirchnerista: educando a Alberto

Por Claudio Chaves


Ante al lío que causó el Presidente Fernández con su frase acerca del origen de los mexicanos, brasileros y argentinos, salió a poner orden en la cosmovisión kirchenero-peronista el añejo dirigente montonero Horacio Verbitsky, uno de los últimos referentes intelectuales de la izquierda infiltrada. En su sitio web, Cohete a la Luna, ya de entrada nomás se equivoca acerca del origen de esa frase: si fue Octavio Paz, escritor que desprecia por su anti estatismo, si fue Carlos Fuentes o Lito Nebbia, no le da importancia. Hace bien, porque la frase no es de ninguno de los tres como lo ha revelado el periodista Daniel González en la Voz del Interior, la frase es de Julio Cortázar.



¿Qué lo motiva a escribir la nota? Descalificar el proyecto de país que se construyó a partir de 1860 haciendo responsable de todos los males padecidos, al general Roca? ¿Por qué? Porque al interior de la Alianza que gobierna la Argentina, de la cual forma parte, hay miradas historiográficas que rescatan al general de la Campaña al Desierto y al modelo económico vinculado al mercado mundial. Verbitsky debería preguntarle a Cristina porque no autorizó, en el desfile de carrozas, que Fuerza Bruta organizó para festejar los doscientos años del 25 de mayo, el carruaje donde deberían venir indios atados y flagelados por el Ejército Argentino. ¡No, no, esa carroza, no, dijo la por entonces Presidente!


Después, todo su artículo es para denostar al Ejército Argentino y a la Iglesia Católica. Le parece un escarnio que rendido el feroz cacique Namuncurá su hijo haya sido bautizado. Ejército e Iglesia asociados en un genocidio, pues para esta corriente historiográfica que Verbitsky representa, la Campaña al Desierto, ha sido un genocidio, incluso en su artículo compara al gobierno de Roca con el Proceso Militar. Pues afirma que tanto uno como otro consolidaron grupos de poder y nuevas formas de inserción en el mercado mundial. El dislate es mayúsculo, un General elegido por las provincias, con la fórmula republicana de la época, no puede ser comparado con un grupo de Generales que se llevaron por delante las instituciones republicanas de su tiempo. Por otro lado, la inserción Argentina en el mercado mundial en el siglo XIX se inició bajo la Presidencia del general Bartolomé Mitre, lo que Roca vino a realizar fue, dentro de ese modelo, propiciar un giro más favorable a las Provincias y sellar de manera definitiva la unión nacional. En carta a Dardo Rocha le decía: “Ya que lo quieren así, sellaremos con sangre, y fundiremos con el sable, de una vez para siempre esta nacionalidad argentina que tiene que formarse como las pirámides de Egipto y el poder de los Imperios a costa de la sangre y el sudor de muchas generaciones”. Roca era un político que hablaba claro.


La pobreza argumental del artículo de marras alcanza niveles que revelan un desconocimiento absoluto de nuestra historia. La defensa que realiza de los mapuches ignora la naturaleza social y cultural de los indígenas. Pero antes de entrar en estos aspectos, insistiré sobre un tema, al parecer inocente, pero que esconde una trampa en la que han caído pensadores e intelectuales no progresistas, incluso definitivamente anti izquierdistas. ¿Cuál es esta trampa? Usar palabras o categorías inventadas por la progresía. No se puede luchar contra esta ideología desde sus trincheras. Veamos, la izquierda carente ya de la clase obrera como sujeto de cambio, busca otros vectores sociales. Género, lucha de sexos, reivindicación de la delincuencia, indígenas, a quienes denomina pueblos originarios. Mediante este ardid se le da una jerarquía de autoridad a los amerindios por sobre otros pueblos para reclamar derechos que a lo largo de la historia a veces se ganan y otras se pierden. Cuando los mapuches ingresaron a nuestro país sometieron a pueblos establecidos. América es un continente poblado por sucesivas oleadas de inmigrantes que ingresaron de Asia y Polinesia en los últimos veinte mil años y cada oleada era un nuevo sometimiento. Como luego lo hicieron los españoles, los ingleses, los franceses y holandeses. Es una historia de conquistas e integraciones. El verdadero pueblo originario de América son los mestizos, los mulatos y los zambos.


Volviendo, entonces a la Campaña al Desierto, Roca, con el aval del Congreso Nacional lo que hizo fue vencer a la delincuencia dueña de las tierras más ricas del país, que ellos no utilizaban para producir, sino para hacer entradas, denominadas rastrilladas, para robar ganado, mujeres y niños. Verbitsky en su artículo habla de los indios secuestrados por el Ejército. La tergiversación es brutal quienes secuestraban eran los malones. Cuando Rosas volvió de su Campaña trajo 500 cautivas que estaban en manos de los indios. El Banco de la Provincia de Buenos Aires habilitó una línea de créditos para rescatar a las secuestradas. Los ataques indígenas a los pueblos y a las estancias han dejado miles de muertos, solo en el malón grande de 1876 sobre Tapalqué, Azul y Olavarría hubo 400 muertos ocasionados por los salvajes. Lo impresionante del artículo es que nos revela a un escritor sumido en un profundo desequilibrio emocional, que desconocíamos en un oficial de inteligencia de montoneros. Llamar asesino serial a Roca es más un tiro de advertencia al interior de su Alianza que un debate historiográfico. El objetivo es educar a Alberto. Para no hacer más extenso este artículo iré de lleno a dos formidables disparates. Dice Verbitsky, naturalmente en carácter de denuncia: lo que querían la oligarquía y el Ejército es que los indígenas trabajaran en condiciones de esclavitud en Tucumán o como sirvientes en Buenos Aires. No, Horacio, lo que el Estado Nacional, de aquellos años, quería es que trabajaran, porque el trabajo, cualquiera sea él, dignifica, como decía otro General. No correspondía seguir pagando subsidios a quienes robaban, como venía haciéndose desde mucho tiempo atrás. El subsidio denigra, ayer y hoy. Finalmente, asegura: “Que la campaña al desierto puede parangonarse con la guerra civil de Estados Unidos, pero de resultado opuesto”. Esto es, los mapuches serían la representación en nuestro país del norte industrialista yankee. De modo que para el periodista, Nueva York, Filadelfia o Boston son equiparables a Carhue, Salinas Grandes o Leuvucó. Debería leer Excursión a los Indios Ranqueles de Lucio V. Mansilla y darse cuenta que en esas tolderías, no estaba la ciencia, la técnica, el trabajo y el progreso. La defensa, en esos términos, del atraso, nos habla del carácter paleolítico del socialismo del siglo XXI.

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