Sin perjuicio de aceptar otras miradas, a mi buen entender, la historia de la Argentina independiente puede dividirse en cuatro momentos o períodos que presentan ciertas identificaciones muy precisas y recortan claramente a un ciclo del otro. Hay cierres y continuidades que se entremezclan y se rehacen. La historia no se detiene pero tampoco cambia bruscamente, aunque a veces pareciera ser así, porque acontecen hechos de gran impacto como crisis sociales o interrupciones de la vida institucional, sin embargo, si bien se mira, no han sido muchos los acontecimientos decisivos que marcaron etapas, esto es, cerraron un ciclo, abriéndose otro. Ellos han sido, de 1810 a 1861, de 1861 a 1930, de 1930 a 1976 y de 1976 en adelante. Esta nota no pretende desarrollar la historia de nuestro país, tan solo facilitar una caja de herramientas, en el sentido pedagógico del término, que facilite encuadrar los hechos dentro de marcos amplios que aireen la neblina propia de esta ciencia.

LA ORGANIZACIÓN NACIONAL
El período que va de 1810 a 1861 puede definirse como el de la Organización Nacional. Un tiempo de intensas luchas políticas centradas en la sanción de una Constitución que diera organicidad a la Patria. El fuerte constitucionalismo que se vivía en Europa llegó a nuestras playas y no fuimos ajenos a esa ola. Provincianos y porteños al decir de Juan Bautista Alberdi fue la síntesis conflictiva de aquellos años: ¨No son dos partidos, son dos países; no son los unitarios y federales, son Buenos Aires y las provincias alimentando a Buenos Aires¨. De manera que el triunfo de Justo José de Urquiza sobre el Brigadier Juan Manuel de Rosas debe ser leído en el pentagrama alberdiano. Y así se lo dijo Urquiza al Congreso Constituyente reunido en Paraná: ¨El pronunciamiento del 1 de mayo, que hice en las márgenes del Paraná, tuvo su cumplimiento el día 3 de febrero a las orillas del Plata. Constitución para la República llevaba escrito en mis banderas, y en el general don Juan Manuel de Rosas se venció el principal obstáculo para la realización de ese voto, sofocado pero vivo en todo nuestro territorio desde el litoral hasta las cordilleras.¨
Seguir repitiendo, aunque cada vez retumban menos estas voces, que el conflicto en esta primera etapa de nuestra vida independiente ha sido entre unitarios y federales además de un error es desconocer el pensamiento político de los actores de aquellos años. Solo a manera de ejemplo, escribía el General José María Paz: ¨Si Buenos Aires ha gastado más es porque ha tenido más, es porque ha estado a su cargo la percepción de las rentas que deben reputarse nacionales. Suponer que esos gastos han sido hechos en su totalidad de sus recursos exclusivamente, sobre ser injusto sería repugnante. Nadie ignora que los impuestos de importación que pagan los efectos que se introducen en un país, recaen sobre los consumidores, y consumidores son todos los pueblos que se surten de las mercancías de ultramar por el puerto de Buenos Aires.¨
Respecto de las excusas dada por Buenos Aires para negarse a la Organización Nacional, decía Paz: ¨Cansados estamos de oír echar en cara a las provincias que no tienen con qué costear sus Diputados, y ahora mismo, cuando se recuerda que sus sueldos le fueron satisfechos por el tesoro de Buenos Aires, se les hace pasar por la humillación de unos pordioseros. Hasta ha llegado alegarse como excusa para no reunir un Congreso, la pobreza de las provincias que no tenían con qué expensar a sus Representantes.¨
Urquiza no pudo incorporar Buenos Aires a su proyecto de modo que organizada ya la Nación bajo la forma republicana y con una Constitución el objetivo se había alcanzado, las provincias habían logrado su cometido tantas veces postergado. Sin embargo vino a ocurrir que Buenos Aires que se mantenía afuera de la Patria logró triunfar sobre la Nación. Cierto fue que los porteños no abatieron la Constitución. Esa trinchera estaba ganada por las provincias. Lo que no se pudo evitar fue que Buenos Aires pasara a dirigir los destinos del país, constitucionalmente organizado.
De 1861 a 1930.
Al triunfar el General Bartolomé Mitre en la batalla de Pavón se alcanzó la unión nacional. Finalmente los porteños se impusieron a las provincias. El historiador H. S. Ferns observó inteligentemente este desenlace: ¨Lo cierto es que la Presidencia de Mitre, consecuencia directa de Pavón, fue la señal de una fundamental decisión política de toda la argentina, la expansión económica y la integración del país en los mercados internacionales.¨
De modo que la República Argentina devino en lo que dio en llamarse, a veces despectivamente, el granero del mundo. Productores de alimentos para las naciones europeas, principalmente Gran Bretaña. Nuestra política exterior entonces se construyó vinculada a Europa y a Inglaterra que estaban viviendo la segunda revolución industrial, dándole la espalda a América.
El general Mitre en discusión con Domingo Faustino Sarmiento lo anoticiaba en 1865: ¨Ya es tiempo de abandonar esa mentira pueril de que éramos hermanitos, y que como tales debíamos auxiliarnos. Las repúblicas americanas son naciones soberanas e independientes, como tales pueden tratar sus negocios según mejor les convenga o les dé la gana. Debemos dejar de jugar a las muñecas de las hermanas.¨
Por su parte Carlos Pellegrini contribuía a la misma idea, en un discurso en 1905: ¨Todo nuestro porvenir, todos nuestros intereses morales y materiales, todo nuestro progreso y engrandecimiento se relaciona solo con los pueblos que baña el Atlántico, de allí nos viene la luz, y con ella el progreso y la grandeza futura…y es la Gran Bretaña la Nación con la que mantenemos las más importantes y valiosas relaciones comerciales.¨
LA POLITICA
Los partidos políticos del período fueron cinco. El mitrismo y el roquismo, el primero heredero cultural del unitarismo porteño y el segundo del federalismo provinciano. Ambos con fuertes raíces en la política del ciclo anterior, pero remozados y actualizados a las nuevas circunstancias. Luego tres formaciones nuevas, el radicalismo, la democracia progresista y el socialismo. El radicalismo de origen bifronte: Hipólito Yrigoyen y Leandro N. Alem, con tradiciones políticas diferentes. El primero con afinidades roquistas y Leandro, sesgado al mitrismo. Lo novedoso fue que incorporaron a su lucha política cotidiana el espíritu de moda en Europa y los EE.UU., esto es, el derecho de las masas a la participación política, mediante el voto universal.
Finalmente la Democracia Progresista más afín al viejo mitrismo y el socialismo de Juan B. Justo, variante criolla del marxismo europeo, que hizo su aparición en 1896, cierran la muestra política No obstante las diferencias, todos estos agrupamiento respetaron el modelo de economía abierta, liberal, vinculada al mercado mundial y al capitalismo europeo. Hubo luchas, desinteligencias, crímenes y muertes, pero el modelo no se tocó. Hubo una excepción muy minoritaria surgida en 1921 como coletazo de la Revolución Rusa, el Partido Comunista, que tendrá influencia en el ciclo siguiente.
De 1930 a 1976
La crisis de 1929 puso en jaque al sistema capitalista mundial. Naturalmente la Argentina por su vinculación al mundo sufrió las consecuencias. Tanto se ha escrito sobre este asunto que no ahondaremos en ello. Si diremos que la cultura política dio vuelta como un guante. Los liberales, esto es, todos los partidos políticos existentes al momento debieron rever sus postulados. Volver a pensar. Algunos antes, otros después. El proteccionismo, la planificación estatal, el industrialismo y el intervencionismo aparecieron como solución a los problemas nuevos. El nacionalismo surgió como un cuerpo doctrinario de notable empuje, permeando al conjunto de los partidos políticos. Los viejos partidos se adaptaron a la novedad. Los radicales antipersonalistas, los conservadores y un sector del socialismo, bajo la tutela del general Agustín Justo, lo hicieron primero. La Democracia Progresista con Lisandro de la Torre, un poco después transformándose, de la noche a la mañana, en un partido progre y antiimperialista. El grueso de los radicales se actualizó en 1945 con el programa de Avellaneda. Ninguno de sus postulados tuvo que ver con el radicalismo histórico, el de Yrigoyen, quien por ejemplo en su segunda presidencia, esto es en el ciclo anterior, estableció un acuerdo de reciprocidad económica con Gran Bretaña. Para firmarlo llegó a la Argentina una misión presidida por el lord D’ Abernon. El asunto consistió en que el gobierno argentino podía girar sobre un crédito en Londres para adquirir materiales de fabricación inglesa y el gobierno inglés en reciprocidad sobre otro crédito en Buenos Aires para la adquisición de cereales y otros productos (carnes).
El nuevo radicalismo ahora viraba al industrialismo autárquico acorde a los tiempos que corrían. Y nadie se escandalizó por este giro.
Las revoluciones radicales de 1890, 93 y 1905 ya no estaban en su imaginario político, la prudencia y la realidad obligaba a olvidarlas. Sus tradiciones se hundían en otras efectividades conducentes.
La nueva orientación económica la definió con claridad el Ministro de Agricultura del general Agustín P. Justo, Luis Duhau: ¨Ha concluido la etapa histórica de nuestro prodigioso desenvolvimiento bajo el estímulo directo de la economía europea…La Argentina podía obtener en el pasado buena parte de las manufacturas que requería ya sea produciéndolas u obteniéndolas en los países extranjeros mediante el canje con sus productos agrarios. A la industria nacional le tocará pues resarcir a la economía argentina de las pérdidas incalculables que provienen de la brusca contracción de su comercio exterior.¨
El diario La Nación ya desde mediados de la década del 20 señalaba la necesidad de la industrialización, la autarquía y el intervencionismo estatal. (Ver, Ricardo Sidicaro: La política mirada desde arriba.) La élite social y el conjunto de los partidos viraban al nuevo esquema.
LA POLITICA
Además de los viejos partidos remozados, uno nuevo surgió para dar respuesta acabada a las novedosas realidades: el peronismo. En verdad iba en la dirección de los gobiernos argentinos del 30 y de la política mundial: estado de bienestar, industrialización y anticomunismo. El hecho de surgir de un golpe de estado, en el marco de un nacionalismo vigoroso, con compañeros de ruta fácilmente asimilables al nazismo, hizo de Perón y su candidatura, en 1946, la representación de la derecha política con características populares. En 1946 era claro ese perfil que el peronismo de hoy ha olvidado, como el radicalismo olvidó sus revoluciones y su liberalismo abierto al mundo. Intelectuales emblemáticos que luego se hicieron peronistas no estuvieron con el Coronel en febrero de 1946, como Arturo Jauretche u Homero Manzi por poner algunos ejemplos. A Perón lo enfrentaba toda la izquierda argentina, más la progresía cuasi liberal que siempre existió en la patria. Tan cierto es esta aseveración que en la Unión Democrática no pudieron estar los conservadores por decisión del Partido Comunista. Perón era demasiado claro en sus discursos: ¨Llamo a la reflexión a los señores para que piensen en manos de quienes estaban las masas obreras argentinas y cuál podría ser el porvenir de esa masa, que en un crecido porcentaje se encontraba en manos de comunistas.¨ Lo interesante de ese momento fue ver como la clase obrera argentina se inclinaba por un candidato de derecha, porque esa derecha, con apoyo militar y de la Iglesia Católica asumía la responsabilidad de la justicia social. Una derecha popular y también republicana. O por lo menos lo más republicana posible en el contexto de un mundo plagado de dictaduras y de un gobierno que encaraba una revolución social verdadera. El 4 de junio, el 17 de octubre y el 24 de febrero fueron las fechas claves del peronismo y cada una tiene un sesgo diferente. Discernir sobre ellas puede aclarar serias confusiones modernas.
Al nuevo modelo correspondió una nueva política exterior. ¿La autarquía económica implicaba aislamiento internacional? En el caso del peronismo no. En su discurso del 10 de junio de 1944 en la Universidad de La Plata sobre Defensa Nacional dijo Perón: ¨Así, nuestra diplomacia, tiene ante sí una constante tarea que realizar con los demás países del mundo en particular con los continentales y dentro de estos con nuestros vecinos¨. Esta visión de la política exterior era coincidente con la de Federico Pinedo que era partidario de una alianza con Brasil y los Estados Unidos. Exactamente lo que luego intentaría Perón. Viraba de Europa hacia América.
Otra formación política novedosa del período fue el Desarrollismo. Un sector del radicalismo, afín al programa de Avellaneda, con Rogelio Frigerio, un hombre que venía de la izquierda. Hasta el final del ciclo, en 1976, el proceso de sustitución de importaciones continuó.
En cada uno de los ciclos vistos hubo continuidades y cambios. Se apelaba a las tradiciones partidarias pero ya no eran lo mismo. Ni los conservadores, ni los radicales, ni la izquierda pensaban y actuaban como siempre. Cada ciclo obligaba a remozarse surgiendo actores nuevos como ya lo hemos visto. El peronismo en su ciclo fue novedoso. No guardaba raíces con el pasado, algo central en la vida de los partidos políticos que pretenden representar sectores que tienen historia. De modo que Perón buscó raíces en el Ejército y dentro de él a su figura central, Don José de San Martín. Mientras los nacionalistas católicos, y no tanto, intentaban construir un relato peronista atado al revisionismo histórico y a don Juan Manuel de Rosas, el perspicaz historiador Jorge Abelardo Ramos al entender la orfandad histórico-cultural del peronismo escribió Historia Política del Ejército Argentino con la clara intención de situar allí las raíces, al igual que lo hizo don Arturo Jauretche.
Finalmente el golpe del 24 de marzo de 1976 cerró el ciclo iniciado en 1930. Ramos en uno de sus libros descubre la esencia del golpe, escondida en el Bando Militar, allí las FF. AA. anoticiaban a la sociedad que no se trataba solo de la caída de un gobierno sino el cierre definitivo de un ciclo histórico y la apertura de uno nuevo.
DE 1976 HASTA NUESTROS DÍAS.
El gobierno constitucional de Isabel Perón se hallaba en una situación agónica. La subversión por un lado y la crisis económica por otro no daban tregua a un gobierno que había intentado un giro copernicano a su tradicional política económica. Primero Celestino Rodrigo y luego Emilio Mondelli fueron apenas una tenue luz de un cambio que de producirse al interior del peronismo hubiera requerido una formidable fuerza política que ya no había. Rodrigo y Mondelli generaron una profunda confusión al interior del peronismo, por no decir rechazo, en la medida que sus reformas se daban de bruces con las tradiciones económico políticas del justicialismo.
El cierre definitivo de un ciclo histórico consistió: primero, la muerte del general Perón dejaba a su movimiento a la deriva, segundo, llegaba la hora de cerrar lo abierto en 1930, esto es el intervencionismo de Estado, la autarquía económica, la sustitución de importaciones y el enorme peso que el Estado Nacional, provincial y municipal ocasionaba a la economía toda. Rodrigo y Mondelli fueron un intento. No se pudo.
El Ministro de Economía del gobierno militar don José Alfredo Martínez de Hoz, años después, en uno de sus libros, definió con claridad sus objetivos que no pudo cumplir en toda su extensión:
¨Desde la posguerra hasta 1975 inclusive, la evolución de la economía argentina se caracterizó por dos orientaciones preponderantes. En primer lugar, la estatización y regulación creciente de la economía y la asunción por el Estado de funciones propias del sector privado, lo que trajo como consecuencia no solo el relativo ahogo o falta de aliciente individual, sino un aumento del gasto público que no fue correspondido por un crecimiento paralelo de los recursos estatales.¨
Esta declaración amerita una pequeña corrección, que no es menor, el problema no se gestó a partir de la posguerra fue a partir de 1930 y uno de los principales hacedores del novedoso modelo fue el doctor Federico Pinedo. Las cosas como son.
Quién habló claro también fue el Presidente de la Cámara Argentina de Comercio, Armando Braun:
¨La muerte de Perón marca el fin de una época y la gente se ha dado cuenta por fin que no es cuestión de cambiar hombres como se pensó durante mucho tiempo, sino de cambiar las estructuras. Bajo el peronismo se creó una estructura de crecimiento interno, una industrialización forzada, bajo protección arancelaria, que aisló al país del resto del mundo. Se creó así una industria no competitiva en que el empresario dependía del gobierno y no de su propia habilidad y se orientaba exclusivamente al mercado interno, no a la exportación. En la Argentina por primera vez en treinta años se nota una modificación de esa estructura. La Argentina con veinticinco millones de habitantes no puede fabricar todo. Debe especializarse en lo que puede producir eficientemente.¨ (La Nación 14/05/1977)
De manera que Abelardo Ramos no se equivocaba, el nuevo ciclo implicaba además un nuevo modelo de industrialización y no como se afirmó y sigue haciéndose equivocadamente, de desindustrialización. Decía Martínez de Hoz:
¨En el período 1976/1980 el nuevo enfoque de la política industrial partió de la premisa de que nuestro país podía desarrollar una industria competitiva en términos internacionales. Dicho de otra manera, que puede cumplir un rol industrial en un mundo caracterizado principalmente por la producción y el intercambio de bienes manufacturados de acuerdo con las ventajas comparativas. A nuestro juicio, resultaba obsoleto el concepto de la división internacional del trabajo que suponía la provisión de unos países de materias primas a cambio de productos manufacturados de otros.
Cuando se habla de la moderna división internacional del trabajo se trata del intercambio de partes, insumos y productos industriales que permiten aprovechar las ventajas comparativas de cada país, logrando productos finales de menores costos y mejor calidad con exportaciones e importaciones recíprocas.¨
En síntesis el ciclo abierto en 1930, al caer por la crisis del 29 el mercado mundial, culminaba en la Argentina, en 1976 con el inicio de la globalización, que sin utilizar ese nombre va implícita y se desprende de lo dicho por Martínez de Hoz.
El nuevo ciclo tendrá cierres y continuidades. El primer Ministro de Economía del doctor Raúl Alfonsín, Bernardo Grispum, pensó que nada había cambiado y pretendió más de lo mismo del ciclo anterior. Debió irse y a partir de ese momento en un proceso lento pero inexorable la Argentina marchó en la creación de un modelo económico, político y social, alineado, como siempre lo había hecho, a los novedosos cambios mundiales. Un modelo que podríamos definir como agro-industrial de exportación.
LA POLÍTICA
En el nuevo ciclo aparecieron nuevas formaciones políticas como el Pro y el Frepaso y otras que revestidas de antiguos laureles usufructuaron una marca, pero no eran lo mismo. Un lector inteligente entenderá que lo que dio en llamarse menemismo no es lo mismo que kirchnerismo, naturalmente son dos formaciones políticas diferentes, que en lo básico no alteraron el modelo agro industrial de exportación. Sus diferencias pasaron por otro orden de cosas.
Estos cuatro períodos permiten una comprensión de la historia nacional desde una perspectiva del devenir mundial. Un recorte argentino de una historia global.