Buenos Aires fue fundada en 1580 e incorporada al imperio español como una gobernación. Al frente de ella un funcionario enviado desde la península la administraría durante tres años.

No debía ser natural de la ciudad ni tener intereses comerciales radicados en la misma. Tampoco vincularse familiarmente con mujer de la región.
Fue durante muchos años un lugar inhóspito e indeseable para vivir, al que los posibles candidatos, tanto para cumplir funciones políticas, eclesiásticas o jurídicas rehuían acercarse. Jamás sobrepasó, en el siglo XVII, los mil habitantes.
¡Tal era su pobreza!
Los eventuales funcionarios preferían cualquier ciudad de América Central, el Perú o el Alto Perú antes que esta aldea de mala muerte.
Las cosas dieron un giro con el advenimiento del siglo XVIII y la consecuente decadencia de la economía extractiva de oro y plata. El mercantilismo como cuerpo de doctrina alcanzó su límite y se hundió en las penumbras de la historia. La riqueza de las naciones dejó de ser la acumulación de metales preciosos. Comenzaba la era del valor de la tierra y su producción renovable.
¡Llegaba el tiempo de la pampa húmeda!
Al eclipsarse las regiones mineras se elevaron otras y Buenos Aires fue adquiriendo relevancia por su enclave de privilegio y vinculación directa con el comercio mundial. La región adquirió tal valor geopolítico que España se vio obligada, en 1776, a la creación del Virreinato del Río de la Plata preocupada, como estaba, por el avance portugués e inglés sobre el Atlántico sur. Se estableció, entonces, un fortísimo poder político-militar en la boca del estuario. En ese preciso momento la ciudad pegó un salto al futuro.
Se habilitó el comercio con España y en paralelo aumentó el contrabando con otras naciones. El comercio, legal e ilegal, pasó a ser el motor de la economía de la ciudad. Para ordenarlo y ejercer un mayor control España creo el Consulado nombrando al Doctor Manuel Belgrano al frente de dicha institución. Quién se desempeñó de manera ejemplar.
A fines del siglo XVIII una nueva actividad creció conjuntamente con el comercio: la ganadería y con ella los ricos hacendados. El aumento de la exportación de cueros redundó en un buen negocio para los comerciantes y magnífico para los ganaderos que sin llegar a ser la clase social más prestigiosa puesto que continuaron siendo los comerciantes adquirieron cierto poder social que luego redundó en político.
Atento a las nuevas realidades, Belgrano, los incorporó al Consulado.
¿Pero cuando había comenzado esta actividad tan característica de la pampa?
Muchos años antes