Cuenta la historia que Moreno se enamoró de María Guadalupe Cuenca al descubrirla en un camafeo que un platero de Potosí ofrecía como artesanía en la Plaza central de aquella ciudad. Haya sido así o no el encuentro lo cierto fue que se trató de una hermosa historia de amor. Ella dejó los hábitos de monja y él ya había abandonado sus deseos de ser sacerdote. Conformaron un hogar muy católico y la religión fue para ellos central en sus vidas. Cuando Moreno partió para Inglaterra, luego de su renuncia como Secretario de la Junta, Guadalupe le escribió diez cartas entre el catorce de marzo y el veintinueve de julio de 1811. En ellas abundaba en detalles acerca de la situación política de Buenos Aires, la persecución que el grupo de Saavedra ejecutaba sobre sus amigos como Larrea, al que le han expropiado todos sus bienes, Peña, Azcuénaga, Vieytes, French, Beruti casi todos ellos desterrados y le observa con asco como algunos se han pasado de bando. Apesadumbrada la dice a su marido que del pobre Castelli hablan incendios, que ha robado, que es borracho, que hace injusticias. De Belgrano le anoticia que han pegado carteles en las calles pidiendo denunciantes para poder hacerle un juicio.

Nada de lo que ocurre en Buenos Aires con sus partidarios deja de informarle. Le comenta los sucesos del 5 y 6 de abril (el motín de los quinteros) y como esos hechos han repercutido en el Ejército del Norte.
“Todo el empeño de estos hombres es sacarte reo, todas las declaraciones que han tomado han sido para eso. Según va esto no podrás volver.”
En los aspectos más íntimos María Guadalupe revela que sufre horrores la ausencia de su marido, le pide que vuelva rápido, que retorne o la mande buscar, que la casa está vacía sin él. Sin vos no puedo vivir le confiesa con angustia.
De su hijo Marianito le cuenta que ya sabe la mitad del catecismo que ha aprendido a oficiar misa y que le dedica sus rezos diarios que practica en la escuela.
Pícara y al mismo tiempo triste le recrimina:
“acuérdate de las promesas que me hiciste antes de embarcarte. No te dejes engañar de mujeres mirá que sólo sois de Mariquita y ella y nadie más te ha de amar hasta la muerte”.
¡Cuanta razón tenía esa mujer que al enviudar se refugió en sus recuerdos!