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Preguntas de una Argentina sin autoridad

Por Claudio Chaves


¿Está la Argentina para un gobierno como el que lidera Cristina Kirchner y preside Alberto Fernández? Lograr responder esta pregunta, casi del millón, facilitaría y ayudaría a superar la angustia que invade a una buena parte de la población del país, que observa muda y apesadumbrada la situación general. Ciertamente la pandemia arruinó los planes de todos los gobiernos. En algunos casos más, en otros menos. En la Argentina pareciera más. Pero no vamos a dedicar este espacio para hablar de cuarentenas, vacunas, corrupción, falta de ética y funcionarios que no funcionan. Vamos sí a decir que el país se halla postrado, contra las cuerdas, a minutos de caer en la lona y tirar la toalla, para decirlo en lenguaje boxístico, que es muy expresivo en las circunstancias actuales.





Los números de nuestro fracaso económico son recurrentemente publicados y expuestos de manera sistemática por una multitud de economistas que aparecen como los hongos, luego de una larga temporada de lluvias. No soy necio para desconocer los graves problemas económicos, sin embargo no son los más delicados. Como siempre y en todas partes el problema es de orden político. Como en una familia. Los problemas se sobrellevan si se halla bien constituida, con una autoridad reconocida por sus valores, su carisma y su firmeza a la hora de mandar. Si lo sabrán los inmigrantes que vinieron a fines del siglo XIX, que no obstante el conventillo y la pobreza que los rodeaba, la familia ha quedado grabada en las fotos de aquellos años.

En el país no hay autoridad, ni en el gobierno ni en la oposición. Alberto no tiene potestad, ni política, ni moral. Por un lado es vicario y se nota; su constante zigzagueo nos habla de la complejidad en la que se halla inmerso, sin poder conducir con un proyecto claro porque no lo hay, y esa ausencia indica la complejidad de su espacio. Y en lo moral y conducta política, mejor no hablar, todos estamos al tanto. ¿Sabemos? ¿Sabemos quién es Alberto y qué piensa? ¿Se puede seguir a una persona que no se sabe quién es ni que desea?


¿La Argentina se encuentra en condiciones de sobrellevar tamaña ambigüedad? Algunos políticos, intelectuales y periodistas que acompañaron el experimento en origen observan, aún hoy, como ventajosa estas diferencias. En la esperanza de que triunfe el bien, de a poco han comenzado a correrse. No viene al caso dar nombres. La progresía marcha por miles de caminos impensados, hasta que se topan con el abismo.


Cristina, por el contrario, tiene claro lo que quiere y adónde va, y La Cámpora va con ella. Como el peronismo ha perdido el rumbo y se retiró del escenario, el viejo partido ha quedado en manos del progresismo. Tampoco les es fácil, deben lidiar con fuerzas amorfas que presentan resistencias pasivas, pero resistencias al fin; para doblegarlas la única que habla claro es Cristina. ¿Lo logrará? Seguro. Excepto que alguien desde la otra esquina hable con autoridad, criterio y sapiencia. No es tiempo de medias tintas ni en el mundo ni en la Argentina.


Macri acaba de publicar Primer Tiempo. ¿Supone que habrá un segundo tiempo? Es preocupante: le acaba de enviar a Miguel Ángel Pichetto una grabación felicitándolo por la creación de una corriente interna peronista en Juntos por el Cambio. Da la sensación que sigue sin entender. En esa salutación evidencia errores conceptuales.

Dos perlas que valen la pena recordar. Primera: le dice que no importa de dónde uno viene, sino a dónde vamos. ¿A quién desea dejar tranquilo Macri? ¿A Fernando Iglesias, a Carrió, al anti peronismo precámbrico que abunda en esos lares o es una advertencia o consejo a Pichetto? Dejando lo político de lado, que en general embrutece, Macri debiera considerar que un componente decisivo y esencial de los seres humanos, de los pueblos y de los países es su historia; esto es, de dónde venimos. El ex presidente jamás le dio importancia a las raíces, a las líneas históricas y a las identificaciones con el pasado. Macri es puro presente. Lo más lejos que llega es a Socma. ¡Así le fue!

Segundo, un dislate del mismo tenor. Volvió a repetir su idea de que venimos a cambiar la historia para siempre. Iluminista a la enésima potencia. Claro, como la historia no tiene peso ni valor, entonces, la cambiamos cuando queremos y para siempre. Como se muda la ropa interior. ¡No, no, así no es!


Finalmente, una observación general. Se oye mucho mentar la idea de converger a la Unidad Nacional. Esto es imposible e infantil siquiera pensarlo. A lo largo de nuestra historia, en varias oportunidades, jefes políticos potentes lo intentaron y lo promovieron. Urquiza, por ejemplo, con la Constitución Nacional lo procuró. El Litoral y el Interior se unieron, sin embargo, afuera quedó Buenos Aires. Con todos no fue. Pero se dio un paso adelante.


Sarmiento siendo presidente fue a visitar a Urquiza en su casa de Concepción del Uruguay, cerró un viejo pleito y dijo: “¡Ahora me siento Presidente de todos los argentinos!” ¡Bien por ellos! Pero afuera quedó Bartolomé Mitre. No fue con todos. Pero se dio un paso adelante.


Cuando el general Julio Argentino Roca cerró un acuerdo con Bartolomé Mitre para las elecciones de 1892, los viejos enemigos se juntaron. Pero afuera quedaron modernistas y radicales. La unidad no fue con todos. Pero se dio un paso adelante.

Cuando la Asamblea de Notables eligió la fórmula presidencial para 1904-1910, el experimento se acercaba a la unidad nacional, sin embargo no. Los radicales quedaban afuera. No fue con todos.


El general Juan Domingo Perón, cuando volvió en 1972, cerró un acuerdo con todos los sectores políticos. No fue con todos, sí con los más importantes. Afuera quedaron Nueva Fuerza, el partido de Francisco Manrique y la cúpula militar. Irónicamente Perón dijo, está filmado, que su negativa al Gran Acuerdo Nacional que le proponía Lanusse no lo aceptó porque era algo tan pequeño como salvar el honor de las Fuerzas Armadas. No fue con todos. Pero se dio un paso adelante.


El último recuerdo. El presidente Menem abrazando al almirante Rojas con el afán de cerrar viejas heridas. Si por el riojano hubiera sido el acuerdo era con todos. Sin embargo una parte de todos no aceptaron la propuesta.


En fin, cualquier acuerdo que el presente demande no puede ser con todos. Nunca lo fue, no sé por qué tiene que serlo ahora. Tendrá que realizarse con las fuerzas políticas que garanticen la gobernabilidad y dar un paso adelante.

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