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¿Queremos construir un gran país?

Por Roberto Azaretto - Argentina ha olvidado, hace tiempo, la importancia de la demografía. Gran parte del país es un desierto y el desequilibrio poblacional es notorio

 

La nota “El antinatalismo es el único ‘éxito’ de esta gestión: 250 mil nacimientos menos por año en Argentina”, publicada en Infobae, debería provocar un gran debate en el país. Porque lo más grave que bien se señala en ese artículo es la coincidencia en legisladores de ambos lados de la “grieta” en políticas y acciones que buscan limitar la natalidad en la Argentina. Cada una de las iniciativas, resoluciones, decretos, fomentando el estancamiento y disminución de la población argentina fue desmenuzada, como, el protagonismo de legisladores de las coaliciones

La Argentina ha olvidado, hace tiempo, la importancia de la demografía en la economía y el potencial de los Estados como lo marcaba hace un siglo y medio Marx. En nuestro país fueron las obsesiones de Alberdi y Sarmiento. Dos personajes que fueron amigos y se agraviaron mutuamente, pero coincidían en buscar los caminos para convertir a este país en una nación grande, próspera, civilizada, educada, prestigiosa en el mundo.

Tenemos un territorio continental un 10% menor a la de la India y un 4% de su población. Gran parte del país es un desierto y el desequilibrio poblacional es notorio. Eso son los problemas de la Argentina y no la suerte judicial de una familia que buscó en la política la fortuna, aunque ello implicara caer en el delito.

Como si fuera poco, algunas políticas para buscar el equilibrio territorial, como, los escandalosos regímenes de promoción industrial que hubo en varias provincias y el actual vigente en Tierra del Fuego, solo sirvieron para la evasión fiscal, la corrupción y elevar el costo para los consumidores con escasa repercusión en el empleo, que por otra parte se pudo haber logrado con actividades más lucrativas y sin las taras mencionadas.

En los sesenta se inicia desde el Banco Mundial la promoción de la baja de la natalidad en la región, con el argumento, que la pobreza no podía disminuir por el incremento exagerado de la natalidad.

La Argentina duplicó la población en 25 años desde el censo de 1869 al de 1894 y en 20 años entre ese año 1914. Sin embargo en esas dos décadas el ingreso por habitante se cuadriplicó. La población crecía no sólo los nacimientos en el territorio sino por la fuerte corriente inmigratoria.

En 1869 el Brasil tenía una población cinco veces mayor a la Argentina. La apertura a la inmigración posibilitó que en la primera mitad del siglo pasado la diferencia se redujera a tres brasileños por un argentino. Pero ahora otra vez la relación es de cinco por uno.

La disminución paulatina de la tasa de nacimientos era compensada por la inmigración. Por eso transcurridos 33 años entre los censos de 1914 y el de 1947 se duplica otra ver el número de habitantes. De haber mantenido esa tendencia hoy la población de la Argentina sería de 62 millones de personas.

Si bien los saldos migratorios son positivos no alcanzan para compensar la baja de natalidad. Como si tuviéramos un problema de superpoblación, algunos insisten en frenar la inmigración, tal vez por venir de países de la región. Sin embargo el que esto escribe fue criticado hace 30 años cuando en una publicación propuso con el colapso del bloque comunista, traer varios millones de inmigrantes de Europa Oriental. Es la mentalidad de un país pequeño. Tal vez la guerra europea con su consecuencia de refugiados puede darnos otra oportunidad para recibir mayor inmigración, aunque seguramente se alzaran las voces negativas de los que temen el incremento poblacional y el desafío que implica para multiplicar la riqueza. Lejos estamos de los cien millones de habitantes con los que soñaba Sarmiento “para ocupar y poblar todos los territorios de la República”. Ya hace ochenta años Alejandro Bunge alertaba sobre la disminución de la tasa de crecimiento poblacional.

Es una falacia afirmar que la baja de la natalidad posibilita mejores niveles de vida, y otra falacia, comparar con países de territorios pequeños y poco poblados. Tomemos el ejemplo de Italia, con un nivel de vida muy superior al argentino, en 302 mil kilómetros cuadrados, menos que la provincia de Buenos Aires, la habitan 59 millones de habitantes o la isla de Gran Bretaña que es habitada por casi 69 millones en 203 mil kilómetros cuadrados.

En la Argentina somos demasiados para ser Noruega o Irlanda, como con liviandad, algunos comparan. Nuestro territorio equivale a la casi totalidad de los estados de la Europa Occidental y somos muy pocos para contar con una economía de escala y encima se insiste en cerrarla a la competencia con la distorsiones previsibles con esos dislates.

Amplios territorios con escasa población en un mundo con ocho mil millones de habitantes, es tentar al destino de nuestra soberanía nacional sobre los mismos. Es más segura la soberanía con diez millones más de habitantes en el sur, que, dos divisiones del ejército en esa región.

La expansión de las fronteras agropecuarias con un programa de ampliación de las áreas irrigadas, y que, la sequía actual como la anterior de 2018, marcan la necesidad imperiosa de afrontar, requerirá aumentar la población de esas tierras.

El Río Negro y el Bermejo permiten aumentar en dos millones y en un millón, respectivamente, las tierras con riego. La modernización del sistema de irrigación del Río Dulce en Santiago del Estero puede triplicar las 140 mil hectáreas con derechos a regar actuales.

Convertir los granos y oleaginosas en carne y producción industrial generará muchos puestos de trabajo como convertir al gas y el petróleo no sólo en combustible sino en productos como los fertilizantes para el agro. Estos son los temas de una agenda de futuro que no es muy distinta a la que permitió a la generación del ochenta dar el gran salto adelante.

Hay mucho para reconstruir como los ferrocarriles y mucho por construir como las autopistas interurbanas, las redes de agua y cloacas para la totalidad de las familias y la eliminación de la vergüenza de las villas miserias.

Por eso se puede decir que hay trabajo y se necesitan brazos para la obra. Orden, moneda sana, cumplimiento de los contratos, crédito.

Poblar, educar, paz y administración son medios y metas vigentes, y que puestas en marcha nos hará recuperar nuestra posición y rango en el mundo y asegurar crecientes niveles de vida para el pueblo argentino.

Cuantos más seamos más probable es el éxito, por eso cabe la pregunta que titula esta nota ¿Queremos ser un gran país? Esa era la pretensión de los padres fundadores.


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