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Roca y la Antártida

Por Rosendo María Fraga

 

El general Julio A. Roca siempre tuvo una profunda preocupación por los problemas australes, desde antes de acceder a la presidencia y más aún durante los dos períodos que ejerció la más alta investidura. Muestra de ello fueron durante su primera gestión la finalización de la Campaña del Desierto en la Patagonia, el tratado de límites con Chile de 1881, la exploración fueguina y el apoyo a las iniciativas de exploración antártica. Por su parte, durante su segundo mandato son de destacar el establecimiento de un de una estación científica en la isla Observatorio, el rescate de la expedición antártica sueca y la instalación del observatorio en las islas Orcadas del Sur, primer asentamiento humano permanente en la Antártida. Haremos a continuación un repaso de estos hechos.



Primera presidencia (1880-1886)


Durante la primera presidencia de Roca tuvieron lugar una serie de iniciativas, que aunque frustradas, fueron valiosos antecedentes de la presencia argentina en la Antártida. Tal es el caso de la proyectada expedición del marino italiano Giacomo Bove, patrocinada por el Instituto Geográfico Argentino (IGA). Este instituto, que sería la entidad señera de los intereses argentinos en la Antártida durante el siglo XIX, fue creado en 1879 por Estanislao Zeballos. Recordemos que Zeballos fue uno de los más destacados intelectuales y políticos de la Generación del 80, tres veces ministro de relaciones exteriores. Con su libro “La conquista de quince mil leguas”, publicado en 1878, impulsó la expedición del general Roca a la Patagonia, y luego propiciaría esta expedición antártica.


Giacomo Bove, oficial de la marina italiana que había participado en la exitosa expedición al Polo Norte del geólogo sueco Adolf Nordenskiöld en 1872, proyectaba hacia 1880 una expedición polar antártica, para cuya realización se puso en contacto con las autoridades del IGA, presidido por Zeballos, en procura de apoyo material. Las autoridades del Instituto acogieron con entusiasmo el proyecto científico, que no contaba con apoyo del Gobierno italiano, y se movilizaron activamente ante el Gobierno argentino y la colectividad italiana local para obtener el apoyo requerido por Bove, quien, ante esto, propuso dar a su proyecto el carácter de expedición científica argentina a la Antártida.


El marino italiano llegó a Buenos Aires en abril de 1881 y fue hospedado por Zeballos en su casa. Durante los días siguientes expuso sus ideas en la celebración de la asamblea del IGA. Como consecuencia de esto, el Instituto elevó una carta al Gobierno argentino auspiciando la expedición de Bove, propuesta que fue aceptada por una resolución firmada por Roca. No obstante ello, por razones de orden político, el Gobierno se vió obligado a modificar el proyecto de Bove, suprimiendo la etapa antártica de la expedición y encuadrando sus objetivos en una ley del 9 de octubre de 1880 que ordenaba el estudio hidrográfico de las costas australes para su mejor conocimiento y señalización, lo que en alguna medida significaba marcar los rumbos hacia la Antártida.


Finalmente, en octubre de 1881, otra resolución oficial concretó la realización de la Expedición Científica Austral Argentina cuyo objetivo prioritario era el reconocimiento y estudio del litoral fueguino. Esta zarpó del puerto de Buenos Aires en diciembre de 1881, bajo el comando del entonces sargento mayor de marina Luis Piedra Buena. Bove fue el jefe científico de la expedición, que tuvo por itinerario Santa Cruz, Puerto Cook, bahía Posesión y bahía Gregorio para retornar a Buenos Aires en agosto de 1882. En 1884 se repitió la expedición aunque, una vez más, sin poder llegar a la Antártida. El proyecto, si bien frustrado, adquiere el carácter de un antecedente de la presencia argentina en el continente blanco y es una demostración del interés antártico argentino en tan lejana fecha.


Otra importante iniciativa de aquellos años fue la del científico Eugenio Bachmann, de la Universidad Nacional de Córdoba, quien propuso al IGA un plan para desarrollar una expedición científica al continente antártico, de carácter internacional, a fin de realizar observaciones de diferentes fenómenos naturales, de manera simultánea en distintos lugares de la zona austral, lo que permitiría conocer la leyes que los rigen. Bachmann proponía además establecer bases en el sector que luego reclamaría nuestro país, ofreciéndose personalmente para dirigir alguna de ellas, imponiendo de esta manera el liderazgo argentino en la Antártida. El proyecto de este pionero va a resurgir al nacer el nuevo siglo, durante la segunda presidencia de Roca.


También durante la primera presidencia de Roca, se puede mencionar como antecedente de nuestra política austral la instalación del Faro de San Juan de Salvamento en la isla de los Estados en mayo de 1884, por parte de la División Expedicionaria al Atlántico Sur, al mando del comodoro Augusto Lasserre. Este fue el primer faro de la Argentina y el primero en ser levantado en aguas australes. La novela de Julio VerneEl faro del fin del mundo”, publicada póstumamente en 1906, le proporcionó fama y su apodo. Junto con el faro, se construyó también una estación de salvamento para auxilio de los numerosos naufragios que se producían en las inmediaciones del cabo de Hornos. Esta expedición fue la misma que marchó luego para fundar Ushuaia en octubre de ese mismo año.


En 1896, finalizado ya el primer mandato de Roca y con José Evaristo Uriburu como presidente, el IGA elaboró un plan de ocupación de la isla de los Estados, Georgias y Shetland del Sur para llevar a cabo estudios de geografía, fauna y flora, y la construcción de una estación de salvamento y socorro de navegantes. El proyecto de una expedición polar propia, buscaba recoger el fruto de la prédica que había sembrado los años anteriores, con la fallida expedición de Bove. La iniciativa fue elevada al Poder Ejecutivo, quien la aprobó, autorizando el uso de la corbeta “Uruguay” para tal fin. El proyecto tuvo un principio de ejecución, integrándose la tripulación y adquiriendo material y equipo, pero debió ser postergado por los peligros que la empresa representaba.



Segunda presidencia (1898-1904)


Los congresos internacionales de geografía de Londres de 1895 y de Berlín de 1899 recomendaron realizar expediciones a la Antártida, por ser la única región del planeta que aún restaba conocer. Como consecuencia de esto el barón de Richtofen, que había presidido el último congreso, encomendó a la Legación Imperial Alemana en los Estados del Plata que solicitara al Gobierno argentino la instalación de una estación científica en la isla de los Estados. Nuestro Gobierno aceptó la invitación, y por un decreto de octubre de 1900, firmado por Roca y todo su gabinete, se encomendó al Ministerio de Marina la construcción de dicho observatorio.


El lugar de instalación del observatorio fue cambiado posteriormente de la isla de los Estados a una de las islas del grupo de Año Nuevo, situada frente a la costa norte de la isla de los Estados, denominada desde entonces isla del Observatorio. El teniente de fragata Horacio Ballvé fue designado como jefe de la misión que partió de Buenos Aires en octubre de 1901, iniciando las tareas de observación en marzo de 1902. El 1° de octubre se encendió la luz del faro de la isla, que reemplazó al Faro del Fin del Mundo. Su misión también fue dar apoyo a las expediciones antárticas que se sucedieron en los primeros años del siglo XX, por ejemplo, criando canes que participarían en las campañas, a los que se debía acostumbrar al clima. El observatorio funcionó de forma continua hasta 1919, año en el que fue abandonado.


También como consecuencia de las recomendaciones del congreso de geografía de Berlín, se realizó la Gran Expedición Antártica Internacional entre los años 1901 y 1905, con la participación de cuatro expediciones nacionales: una británica, una alemana, una sueca, y un poco a la zaga de las demás la francesa. La expedición sueca, dirigida por Otto Nordenskjöld, con Carl Larsen como capitán del velero “Antartic”, a instancias del teniente Ballvé invitó a un oficial argentino a integrarla, el Alférez José María Sobral de 21 años, a cambio de recibir carbón y otros abastecimientos por parte de nuestro país. El barco zarpó de Buenos Aires en diciembre de 1901. Las vicisitudes de los exploradores son conocidas por todos, el barco quedó atrapado en el hielo y se hundió, y sus tripulantes quedaron separados en tres grupos.


Ante la falta de noticias del “Antartic”, en Europa cundió la alarma y se prepararon expediciones de rescate. En la Argentina, el presidente Roca le encomendó a la Armada que aprestara una embarcación que fuera a buscar a los expedicionarios. Para esto, se realizaron modificaciones en la corbeta “Uruguay” para que pudiera operar en el hielo. Roca en persona supervisó el alistamiento del buque en dique seco en los talleres del Arsenal de Marina en Dársena Norte y concurrió a despedirlo el 8 de octubre de 1903, al mando del teniente de navío Julián Irizar. Símbolo de la paz firmada con Chile, un oficial de ese país fue invitado participar de la expedición. Tras la búsqueda y rescate regresaron con los náufragos a Buenos Aires con un recibimiento apoteósico.


Por su parte, una expedición escocesa, dirigida por William Bruce a bordo del buque “Scotia”, que se realizó al margen de la Gran Expedición Antártica Internacional pero con la misma finalidad, llegó a la Isla Laurie, integrante del archipiélago Orcadas, en marzo de 1903, donde el buque también quedo aprisionado por los hielos. Para soportar el invierno, los hombres de la expedición construyeron una pequeña edificación de piedra denominada “Omond House”, en honor de uno de los patrocinadores. Cuando al finalizar el invierno el “Scotia” pudo liberarse de los hielos, Bruce se dirigió a Buenos Aires para reabastecer su buque, donde llegó en diciembre de 1903, dejando una dotación de seis de sus hombres en la isla Laurie.


Al llegar a Buenos Aires, Bruce, preocupado por la continuidad de sus estudios científicos ante la falta de apoyo de su gobierno, propuso a las autoridades argentinas la cesión de las instalaciones en Orcadas. Para esto, se dirigió al jefe de la Oficina Meteorológica dependiente del Ministerio de Agricultura, Walterio Davis, proponiéndole la venta de la instalación de “Omond House”, junto con el depósito de instrumental y los aparatos de observación, todo por la suma de cinco mil pesos moneda nacional. Sólo puso como condición que dicha venta no se hiciera pública, sino que figurase como una donación hecha por él a nuestro Gobierno en retribución por la cooperación que le prestara la Armada durante su viaje a Buenos Aires.


Davis elevó la propuesta al subsecretario de Agricultura Carlos Ibarguren, quien a su vez lo informó al ministro Wenceslao Escalante, que aprobó el proyecto y encargó la redacción del decreto que firmó Roca el 2 de enero de 1904. Por iniciativa del naturalista y geógrafo Francisco Moreno, preocupado por defender nuestros derechos soberanos tanto en la Patagonia por él explorada como en la Antártida, se decidió instalar una oficina de correos junto con el observatorio, constituyéndose así nuestro país en el primero en establecer un correo antártico. Para ello se envió con la comisión argentina una valija postal, que fue entregada por el mismo Moreno, la que contenía formularios del correo nacional, sellos y un matasellos fechador.


Bruce, que debía hacer escala en Orcadas para embarcar a la dotación que había dejado, se ofreció a trasladar a los integrantes de la comisión argentina que iría a hacerse cargo de las instalaciones recientemente adquiridas, ya que estando en reparaciones la corbeta “Uruguay” tras el rescate de la expedición sueca, nuestra Armada carecía de medios para hacerlo. La comisión argentina que zarpó del puerto de Buenos Aires el 21 de enero de 1904 estaba integrada por el meteorólogo alemán Edgar Szmula de la Oficina Meteorológica, el naturalista uruguayo Luciano Valette de la Oficina de Zoología y el argentino Hugo Acuña de la División de Ganadería, de sólo 18 años, quien aparte de ayudar en las observaciones meteorológicas sería nuestro primer estafeta postal, todos ellos pertenecientes al Ministerio de Agricultura.


El 22 de febrero de 1904 en la Isla Laurie, se izó por primera vez la bandera Argentina en la Antártida, arriándose la bandera británica, para después cantar los himnos de ambas naciones. Hugo Acuña, en nota al diario La Nación, expresó: “…El Dr. Bruce nos hace entrega de la isla y observatorio y casa magnética…Retribuimos al Dr. Bruce sus sentidas palabras cantando todos el himno argentino e inglés y con prolongados aplausos se iza nuestra bandera, arriándose enseguida la inglesa. ¡Qué momentos tan agradables! Ya tenemos el pabellón azul y blanco. Ya estamos en nuestra propia casa”. La dotación permaneció un año en Orcadas hasta que llegó el relevo con la corbeta "Uruguay", buque que hasta 1922 cumpliría esta misión.


Como consecuencia de esto, ya finalizada la segunda presidencia de Roca, el 23 de agosto de 1906, el embajador del Reino Unido en la Argentina William Haggard presentó al canciller argentino Manuel Montes de Oca una nota sosteniendo que las Orcadas del Sur eran británicas y que la cesión de las instalaciones era solo transitoria. El Gobierno argentino no dio respuesta directa a esta nota, pero el 7 de diciembre de 1906 el presidente José Figueroa Alcorta firmó un decreto nombrando un comisario para las Islas Orcadas del Sur, dependiente de la Gobernación de Tierra del Fuego, para ejercicio de la jurisdicción policial. Fue entonces también la Argentina el primer país en designar autoridades para tierras antárticas.



Conclusión


Julio A. Roca, entre otras grandes contribuciones, fue el único presidente que le sumó tierras al país, y lo hizo en sus dos mandatos. En su primera presidencia, incrementó el territorio nacional efectivo al doble de su superficie, incorporando la Pampa, la Patagonia y el Chaco. En su segundo mandato completó la ocupación territorial en Tierra del Fuego, las islas del Atlántico Sur y dio inicio a nuestra presencia permanente e ininterrumpida en la Antártida, único territorio que no heredamos de España, con la instalación del observatorio en la isla Laurie. Orcadas es, sin duda, un hito político sin precedentes, ya que no existe país en el mundo que pueda mostrar un logro similar.

Además, como presidente apoyó las diversas iniciativas de expediciones científicas australes y la creación de observatorios meteorológicos y magnéticos en el estratégico Atlántico Sur. Siendo de destacar que prevalecieron en él las creaciones de tipo científico, por sobre la construcción de bases militares, a pesar de ser el mismo un militar, adelantándose en muchos años al espíritu del Tratado Antártico que hoy nos rige. Todos estos hechos evidencian a un estadista con una clara visión geopolítica de la importancia de la Antártida, que dejó como legado una política de Estado de permanencia en el continente blanco por más de 114 años. Hoy, es nuestro deber rescatar la figura de Roca como el promotor y mentor la presencia argentina en la Antártida.


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