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Trump y el populismo

Por Otto Klappenbach


Los cuatro años de la presidencia de Donald Trump significaron un éxito económico sin precedente en los Estados Unidos, principalmente en el crecimiento del producto bruto como del empleo. Trump tenía ganada ampliamente la elección si no hubiera sido por el Covid, cuyo manejo no fue convincente. La mayoría de los analistas están de acuerdo con esta afirmación.





Trump jugó su carta a la vacuna y Pfizer, suspicazmente, postergó el anuncio de su producto para después del acto eleccionario. Fue la pandemia la que justificó el nunca tan numeroso voto por correspondencia. Un mecanismo que se implementó originalmente para que pudieran votar los soldados que estaban cumpliendo misiones militares en el exterior, y que, lentamente, fue extendiéndose a civiles como excepción. Trump advirtió sobre la maniobra de los demócratas para adulterar por diversas formas el voto por correspondencia. Tanto él como sus seguidores están convencidos de que les hicieron fraude. Yo tengo muchas dudas de que no tengan razón.


Uno de los más famosos editorialistas políticos norteamericanos, Thomas Friedman, en el diario The New York Times, publicó un artículo que reprodujo La Nación donde sostiene que, si se hubiera anulado la victoria de Biden por canales institucionales, los 81.283.485 estadounidenses que lo votaron “habrían salido a las calles (yo habría sido uno de ellos) y probablemente habrían irrumpido en la Casa Blanca, el Capitolio y la Corte Suprema”. No entiendo entonces por qué se sorprende con la actitud de algunos republicanos que irrumpieron en el Congreso, como lo hubieran hecho los demócratas.


Creo que el fondo de la cuestión se está debatiendo en la actualidad en la ciencia política: el populismo, del cual Trump es un exponente. Ortega y Gasset decía: “lo que más distingue al hombre del resto de los seres de la creación es su capacidad de insatisfacción”. De no haber sido así, seguramente estaríamos viviendo en las cavernas. Las insatisfacciones de grupos sociales no siempre son canalizadas por los sistemas de la democracia burguesa establecida en el final del siglo XVIII. En el caso de “Yankilandia” lo que sorprende es que haya aflorado tan nítidamente en el país que no solo fue la cuna de la representación popular, sino su mejor ejemplo. Pero cuando en la elección no hubo claridad se afecta el sistema y cuando las demandas de muchos no son escuchadas también.

Trump les devolvió el trabajo a millones de norteamericanos que habían sido sustituidos por el mercado que buscó mano de obra barata, como la de China o México. Ese sector se creyó burlado con el voto por correspondencia. Las instancias políticas y judiciales le dieron ganador a Biden, pero en los populismos el voto también es contra el establishment que incluye los grandes laboratorios, como los que suponen retardaron la concreción de la vacuna. Esto lo explica, pero no lo justifica, no obstante la afirmación de los propios demócratas de que hubieran hecho lo mismo en iguales circunstancias. La forma de evitar los males del populismo es que la clase dirigente esté atenta a las necesidades, aspiraciones, y postergaciones de los distintos sectores sociales y no permita que el voto popular sufra violaciones.

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