Martina Céspedes era una criolla de cuarenta y pico de años, viuda, que vivía con sus tres hijas en la calle Humberto I al 300, en el tiempo de las invasiones inglesas.
Hoy el solar no se encuentra el paso del tiempo no respetó su memoria.

Una de sus hijas, casada, habitaba allí con su marido, quien se hallaba por esos días enrolado en las fuerzas que hacia el centro de la ciudad esperaban el avance inglés.
En el frente, Martina explotaba un negocio o fonda donde vendía alimentos, bebidas, aguardiente, yerba, azúcar entre otras cosas, que le permitía una vida sencilla y honesta.
El negocio y la vivienda estaban bien ubicados. La calle Humberto I era un corredor estratégico puesto que por ella circulaban carretas y carretones que procedentes del río ascendían la cuesta descansando inmediatamente en lo que se conoció como el Alto de San Pedro, actual Plaza Dorrego.
Los bueyes y los carreros tomaban un resuello para luego encarar el tramo final de la calle Defensa y alcanzar la Plaza del Mercado, al costado del Fuerte. Su fonda era conocida y contaba con abundantes clientes.
Frente a la casa de Martina se hallaba la Iglesia de Nuestra Señora de Belén.
El plan pergeñado por Withelocke consistía en apoderarse de esa Iglesia para desde su campanario hacer flamear la bandera británica. Así se hizo. Fue en esta situación en que algunos soldados ingleses salieron por las calles en busca de alcohol. La bebida era un mal endémico de los británicos que bebidos, golpearon a su puerta.
La dueña de casa se percató de la impaciencia de los beodos que a los gritos solicitaban ser atendidos. Exigió calma y prometió servirlos pero eso sí, ingresarían a la casa de a uno por vez. No podía arriesgar la integridad de sus hijas
La sugerencia fue aceptada y de a uno fueron entrando.
Las damas los redujeron a medida que ingresaban. Doce en total.
Finalizada la ocupación Martina tomó a once de los rehenes y se dirigió a la Plaza. Frente a Liniers hizo entrega de los soldados detenidos pero la sorpresa fue ¡que faltaba uno!. Es que su hija, Josefa se había enamorado, en un veloz amor de dos días, en un sótano oscuro de Buenos Aires.
Martina Céspedes fue nombrada Sargento Mayor del Ejército con derecho a sueldo y uso de uniforme. Desfiló en los actos patrios. Se recuerda aún cuando en 1825 lo hizo al lado del Gobernador General Las Heras.