Cuando Miriam tenía veintiséis años, dos hijos, Mariel y Fabrizio y el matrimonio quebrado, se encontró, de casualidad, con Toti, un amigo de su infancia, a quién no veía desde niño, cuando estudiaba piano con su madre.

Fue en el colectivo rumbo a su trabajo de maestra. Recordaron los años felices de la infancia: travesuras, alegrías y desventuras, como también la rigidez y autoritarismo de su madre, Tita Scioli, para con ella y sus alumnos. Rieron, se emocionaron y quedaron en verse nuevamente. Una corriente de simpatía y complicidades renació entre ellos.
La vida de Mirian no había sido fácil, muerto su padre, debió salir a trabajar impidiendo sus estudios de Profesorado de Educación Física. Sólo alcanzó a terminar el de Maestra Jardinera. Pero su verdadera vocación era el canto y por los avatares de la vida lo venía postergando. En su escuela organizaba los actos escolares, a uno de ellos invitó a Totí quien quedó sorprendido por la calidad artística de Miriam, de quien ya estaba enamorado. La convenció de grabar un demo y ofrecérselo a productores de bailanta. Así lo hizo y ya no paró de cantar. Nació Gilda. La leyenda, la mujer, hoy venerada como una santa.
Rehizo su vida afectiva con Toti, que fue el gran amor de su vida, y recorrieron el país con su música y su encanto angelical con cierta pizca de ingenua sensualidad. Fue exitosísima, dueña de una personalidad entrañable y autora de letras simples pero directas al corazón y a las emociones sanas. Bailando te conocí/Bailando dije que sí. Y en esa noche de amor/loquita quedé por ti.
Grabó varios discos mientras recorría miles de kilómetros para llevar su música y su encanto a los rincones más apartados de la Patria. Supo captar como pocos los sentimientos íntegros del alma popular.
El siete de setiembre de 1996 al atardecer, volaba por la ruta 12 (la ruta de la muerte) en una camioneta rumbo a Chajarí. La esperaban ansiosos. A la altura del kilómetro 129 la impactó de frente un camión. Gilda, su madre que resignada la acompañaba siempre, su hija y tres músicos fallecieron en el acto. Toti y su hijo sobrevivieron. A la vera del camino quedó un casete, un demo con las nuevas canciones que ella premonitoriamente había llamado “Entre el cielo y la tierra” una de ellas decía: Yo por ti volveré/Tu por mi espérame. Te pido/No me olvides.
Hoy Gilda es venerada como una santa.