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MANIFIESTO DEL FORO PATRIÓTICO MANUEL BELGRANO

“No busco la gloria sino la unión de los americanos y la prosperidad de la Patria”

Iberoamérica es un subcontinente con una impronta cultural muy poderosa, que nos define y al mismo tiempo nos vincula al resto del mundo. Somos el resultado del encuentro entre España, la avanzada cultural y económica del siglo XV, con los pueblos amerindios. De esta confluencia nace el verdadero pueblo originario de América: la sociedad criolla que, en el caso argentino, irá fortaleciendo su lazo inicial con Europa a través de la caudalosa inmigración de los siglos XIX y XX.

Aquella sociedad reconoció valores que han hecho de nuestra civilización el portaestandarte de principios centrados en la vida, la libertad, la responsabilidad y las obligaciones individuales para con el prójimo: valores que en el siglo XXI están siendo cuestionados por la élite política y una globalización que, si bien es inexorable como entramado técnico-económico, no por ello conlleva la aceptación acrítica de la ideología cosmopolita y ahistórica generada por una casta intelectual mundial devenida en oligarquía decadente y superflua.

Nuestro país se construyó en valores y con valores. La gesta de la Independencia con la entrega sin contraprestación a la Patria y a la libertad de la cual el General Belgrano, a quien hoy homenajeamos, es una extraordinaria fuente de inspiración que debiera guiar nuestros pasos. El éxodo jujeño fue apenas una muestra de aquellas horas de gloria. Batallamos sin tregua por organizarnos constitucionalmente, lo que era el mandato de los pueblos y de la hora. Lo hicimos con las mejores intenciones, como lo explicaba Juan Bautista Alberdi en una carta a Sarmiento: "Con caudillos, con unitarios, con federales, y con cuanto contiene y forma la desgraciada República, se debe proceder a su organización, sin excluir ni aún a los malos, porque también forman parte de la familia".

Luego llegaron la consolidación de la nación y la ocupación de nuestro territorio a la deriva, en las inmensidades patagónicas y en el bosque chaqueño, resguardando nuestras fronteras interiores y exteriores. Orden, seguridad jurídica y progreso. En ese venturoso país recibimos millones de inmigrantes rápidamente asimilados a nuestra cultura, a la vida social y a la política. La tradición mestiza de la época hispánica nos preparaba para hacer de nuestra Patria un territorio amigable con el extranjero que venía a trabajar.

El siglo XX transitamos a los tumbos enmarcados en los grandes conflictos mundiales, ante los que no siempre supimos responder con acierto. Sin embargo, y no obstante los contratiempos, integramos la sociedad civil a la política y a las instituciones, y al conjunto de los argentinos a la justicia social. No resultó fácil, hubo marchas y contramarchas, pero no había dudas sobre ciertos bienes a defender: la Patria, el trabajo, la dignidad y la integración para todos, el respeto social en la vida cotidiana, la familia, la política, la escuela, los medios de comunicación al servicio de la cultura, la justicia, lo sagrado, la belleza y la bondad. En fin, enumerar las áreas en las que lamentablemente luego se instaló la decadencia sería muy extenso.

Años de idas y vueltas, proscripciones, violencias larvadas que finalmente emergieron. Cuando la Patria estuvo en peligro frente a la posible desintegración por el ataque de fanáticos y violentos cegados por ideologías totalitarias que atentaron contra la democracia y el orden constitucional, la política y las Fuerzas Armadas respondieron, a veces bien, a veces mal. Luego de la gesta de Malvinas, se llegó a un saludable y profundo consenso sociopolítico sobre la importancia de cuidar el sistema democrático por encima de cualquier diferencia y rumbo. Este esencial acuerdo no se extendió a otros puntos, y así costó encontrar rumbos, enmendar errores y sostener aciertos de gobiernos que no fueran los propios. En ese marco, todo parece hoy tener que leerse y filtrarse a través de una cultura progresista que nada tiene que ver con nuestra esencia y con los valores que pueden permitirnos recuperarnos, y que se ha vuelto identitaria de la mayoría de las expresiones políticas y mediáticas. El sentido común parece olvidado, y desde esa progresía transversal a casi todo el sistema político nos quieren imponer la relativización de la vida, de la responsabilidad que le cabe al culpable de un delito, de la cultura del esfuerzo y la superación, de la libertad de expresión y de enseñanza, en resumen, de los valores, instituciones y prácticas que engrandecieron a las naciones más desarrolladas y libres de nuestra civilización.  

La modernidad y el progreso no pueden construirse sobre la pérdida de aquellos valores propios de nuestra identidad. Ya lo decía, no hace mucho tiempo, Octavio Paz: ¨Nunca he creído que la modernidad consista en renegar de la tradición sino en usarla de un modo creador¨. Nos reconocemos en nuestros próceres, constructores de la nacionalidad, y en los valores de siempre en los que nos apoyamos para marchar al futuro.  Hacemos nuestras las palabras de Juan Bautista Alberdi: ¨Promover el progreso sin precipitarlo; evitar los saltos y las soluciones violentas en el camino gradual de los adelantamientos; abstenerse de hacer, cuando no se sabe hacer, o no se puede hacer; proteger las garantías públicas, sin descuidar las individualidades…cambiar, mudar, corregir, conservando¨

Creemos firmemente en la Argentina y en aquello que necesita cuidar para su crecimiento: en la economía de mercado, en la igualdad de oportunidades, en la justicia social, en la república, en un fuerte federalismo, en la clara preminencia de la persona y la sociedad civil frente al poder estatal y gubernamental -que sólo se justifica por servir a la persona y su comunidad- y en una amplia y profunda integración regional e internacional desde nuestra identidad y defendiendo siempre nuestros intereses nacionales, sin perder nunca de vista que “Argentina es el hogar”, como enseñaba el Presidente Juan Domingo Perón. 

No somos ingenuos: para que el capitalismo funcione mejor, necesita de un Estado que cumpla bien su rol propio, con equidad, herramientas y presencia, con una auténtica división de poderes, y sin ser colonizado por sectarismos ideológicos o por poderes fácticos que no responden al conjunto del pueblo -en especial a quien más lo necesita-, al Bien Común y a esos principios que permitan avanzar en el desarrollo y la unidad nacional.

Esto nos vincula y une a todos los integrantes y colaboradores del Foro Patriótico Manuel Belgrano: somos argentinos con variada procedencia e identidad, que queremos aportar nuestro trabajo intelectual en el campo de la lucha cultural que se está desarrollando en nuestra nación, sin caer en el peligroso simplismo de lo políticamente correcto ni en desarraigados progresismos ideológicos propios de izquierdas reconvertidas pero insistentes en repetir los mismos errores históricos de siempre. Nuestra usina de ideas al servicio de una causa que es la reconstrucción y el progreso real de nuestra querida Patria, responde a la vez a la necesidad que tiene la dirigencia nacional de poder contar con ideas, análisis y propuestas que se animen a plantear salidas que parecen coartadas por las modas y el discurso único que nos quieren imponer de afuera y arriba.

El Foro es abierto y tributario de varias corrientes, que pueden complementarse y también diferir, sin suscribir ni adherir necesariamente en todo, pero en esa pluralidad llena de sentido hay una construcción y un camino: integrantes de los grandes movimientos populares argentinos, humanistas católicos y judeocristianos en general, liberales, conservadores, nacionalistas y desarrollistas. El Foro es un amplio espacio de interrelación, encuentro y generosa contribución a la edificación consistente de una Argentina conducida por ideales nobles, constructivos y lo suficientemente claros como para sostener el rumbo histórico que nos volverá a reencontrar con nuestros mejores momentos y tradiciones, y a través de ellos, construir el futuro de la Patria grande, libre, soberana e integrada con que soñamos todos.

Nuestra visión, profundamente arraigada en nuestra historia y pueblo, no puede por tanto ser cerrada ni sectaria, sino que debe nutrirse, sumar y no disociarse ni excluir el legítimo sueño perenne de movilidad social ascendente a través del trabajo honrado y el esfuerzo, que tantas veces se hizo realidad entre nosotros, siempre dentro de un Estado de Derecho que lo hará sólido, justo y profundamente democrático: necesitamos superar grietas y, en especial, la antinomia peronismo/antiperonismo, para finalizar con el declive y frustración que padece nuestra Patria.

No creemos que en la Argentina exista un conflicto de clases, ni siquiera básico entre “burguesía” y “proletariado”, si es que estas palabras conservan siquiera un significado unívoco.  Nuestro conflicto estructural se plantea, en la actualidad, entre la Argentina parasitaria y la Argentina trabajadora y productiva. Hay un quiebre entre una transversal clase política/estatista asociada con los que crecen depredando alrededor de sus relatos y, por otro lado, los sectores productivos de la sociedad en toda su variedad que se sienten cada vez más debilitados e indefensos.

Los escritores, docentes y pensadores que aquí participamos estamos profundamente persuadidos de la inviabilidad futura de un país que siga sometido a este esquema de expoliación sin sentido y sectario. En el Foro debatiremos todos aquellos temas que hagan al bienestar y la salud de la Patria, porque sin ideas y concepciones acertadas no hay acción positiva ni logros comunes tangibles. A esta necesaria y amplia labor, aporte y construcción somos llamados: ¡bienvenido sea!

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