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El aborto como autoflagelo estatal







Sin necesidad de emprender un profundo análisis, podemos concluir que el aborto no solo es un mal para el niño por nacer, al cual mata, y para la vida de la madre, a la que pone en peligro físico y psicológico, sino que también, deshumaniza a la sociedad en su conjunto. Un pueblo que permite la legalización del aborto niega que la vida humana sea un bien jurídico a proteger e ignora su valor objetivo, asignándole uno arbitrario según los deseos personales. Claramente, estos cambios ideológicos no siempre son conscientes, pero esto no elimina la posibilidad de que influyan en el accionar social, sino que, por el contrario, en la ignorancia radica su efectividad.





Más allá del mal moral, médico y sociológico que representa el aborto, en esta oportunidad vamos a tratarlo como el grave error político y estratégico que representa.


La experiencia china


Desde hace años la República Popular China se viene configurando como uno de los principales actores globales y, sobre todo durante el 2020, se ubicó en el centro de las noticias internacionales. Por eso, puede que ésta sea una oportunidad para ver lo que esta realidad política nos puede enseñar.


En 1979, bajo las órdenes de Deng Xiaoping, entró en vigor la “política del hijo único”, que fue vendida como una herramienta vital para el desarrollo del país, pero ahora lo pone en peligro. Se estima que mientras duró esta política se terminó con la vida de trecientos sesenta millones de niños por nacer y ya nacidos. En el documental “La falta de mujeres en Asia y sus consecuencias” de Bildersturum Film Produktion, se muestra que por el aborto selectivo se mató mayoritariamente a mujeres.


En el 2015 se puso fin a esta política antinatalista, laxando la restricción y promoviendo dos hijos por familia, aunque los controles siguen siendo férreos para las etnias menoscabadas. El caso que en estos últimos meses llamó la atención del mundo entero fue el del genocidio del grupo étnico-religioso Uigur, de la Región Autónoma Uigur de Xinjiang. En el informe “Esterilizaciones, DIU y anticonceptivos obligatorios: la campaña del Partido Comunista Chino para reprimir las tasas de natalidad uigures en Xinjiang” de la Jamestown Foundation se dio a conocer que el gobierno de China obliga a las mujeres uigures a esterilizarse, a utilizar dispositivos intrauterinos (DIU) y a abortar.


El Secretario de Estado norteamericano, Michael Pompeo, en un comunicado titulado “Sobre el programa coercitivo de planificación familiar y esterilización forzada de China en Xinjiang”, hizo un llamado al PCCh para que ponga fin de inmediato a estas horribles prácticas. La Alianza Interparlamentaria sobre China (IPAC), que reúne a políticos de distintos países, declaró que el gobierno comunista recurre al encarcelamiento, adoctrinamiento, detención extrajudicial, vigilancia invasiva, trabajo forzado y destrucción de sitios culturales uigures, junto con otras formas de abuso. Gulnar Omirzakh, víctima de estas medidas autoritarias, afirmó que quieren destruirlos como pueblo.


Yi Fuxian, investigador de la Universidad de Wisconsin, señaló que “China debería haber acabado con la política [del hijo único] hace veintiocho años. Ahora es demasiado tarde”. También dijo que estas restricciones están asociadas “con algunas de las transgresiones de derechos humanos más graves en el mundo actual”. En las próximas décadas se reducirá gravemente la cantidad de personas en edad de trabajar. El cambio cultural generado hizo que los chinos ya no quieren tener hijos y la población se volvió reacia a formar una familia.


Esta experiencia nos puede enseñar los peligros a largo plazo de la legalización de esta práctica. Muestra al aborto y la anticoncepción obligatoria como un tipo de violencia contra la mujer y como un modo de control demográfico y menosprecio por la vida humana que pone en riesgo desarrollo nacional.


El invierno demográfico


El concepto de “invierno demográfico” fue acuñado por el demógrafo Mons. Michel Schooyans para denominar a la disminución extrema de la población que podría repercutir en el desarrollo de los países.


Gerard-Françoise Dumont, de la Sorbonne, analiza el envejecimiento de las poblaciones europeas referenciando a dos tipos, cuyas tendencias son cada vez más altas: el envejecimiento “por debajo”, es decir, la baja tasa de natalidad, y el envejecimiento “por arriba”, que deriva del aumento en la esperanza de vida. Dumont explica que la tasa de natalidad necesaria para el recambio poblacional es de 2,1 hijos por mujer, aunque a principio del siglo XXI la mayoría de los países de Europa ya estaban muy por debajo. Por eso, proyecta que en 2050 la población europea sería preocupantemente menor a la del principio del milenio. Según Schooyans, a la hora de pensar en la renovación poblacional intervienen distintas variables, por lo que incluso las tasas de natalidad de 2,1 podrían ser insuficiente.


También, en un estudio de la Universitat Abat Oliba, se afirma que “es un grave sinsentido económico para un país que, como el nuestro [España], tiene en la crisis demográfica y la pérdida de capital humano, las dos mayores amenazas para su progreso económico y bienestar”.


La Dra. en Sociología María Inés Passanante señala que entre las principales causas de este problema están el retraso y la disminución de los matrimonios, el individualismo, la percepción del hijo como objeto de elección y las políticas antinatalistas (anticoncepción, esterilización y el aborto), mientras advierte que “En Argentina, la fecundidad ha descendido de 3,2 hijos por mujer entre 1950-1955 a 2,2 entre 2010-2015 y llegaría a 1,8 para el año 2050”.


Error y reacción


El especialista en relaciones internacionales y política exterior Francisco de Santibañes, a quien el lector podrá encontrar en este mismo foro, explica en su libro “La rebelión de las naciones”, específicamente en el caso argentino, cómo las constantes crisis no le permiten a la pobre clase dirigente trabajar sobre lo importante, viendo únicamente lo urgente. Lo que se traduce en acciones que pueden responder tanto a imposiciones externas como a soluciones superficiales y a corto plazo.


Como contrapartida describe a lo que denomina como “conservadurismo popular”. De este modo refiere a un creciente movimiento sociopolítico que lucha por valores como la defensa de la vida y la familia, una libertad ordenada y ordenadora, la soberanía de sus países y las tradiciones culturales, oponiéndose principalmente a las elites gobernantes que tendrían “más en común con las elites de otras naciones que con las mayorías de sus compatriotas”. Al modo gramsciano, estos grupos de poder progresistas “ejercen gran influencia a través de los periódicos, las universidades y la sociedad civil”. Justamente, la intromisión de los intereses foráneos, impuestos por organismos internacionales es lo que genera más disgusto en el pueblo.


Así se vio en junio del año pasado, cuando se realizó la 49° Reunión de la Asamblea General de la OEA. Allí, jóvenes provida redactaron la “Declaración de la Juventud”, donde reconocieron el valor de la soberanía y exigieron respeto por la identidad y la tradición de las naciones. La “Generación Provida” llama a los líderes y a las comunidades de todos los países a comprometerse con las necesidades reales de los ciudadanos y a hacer frente a las imposiciones ideológicas que nada tienen que ver con la realidad de la región, generando conciencia de la necesidad de un futuro mejor para América, con pleno respeto de los derechos y la dignidad humana.


Para crecer, un Estado no solo necesita reforzar su seguridad nacional, promover facilidades para que el empresariado colabore con una económica sostenible y favorecer la formación de los nuevos intelectuales, capaces de pensar y guiar un modelo de país. Sino que principalmente, para que esto suceda, es necesario proteger la vida de los ciudadanos, el mayor bien que un Estado posee. Un pueblo que acepta el aborto como una solución deja de buscar respuestas profundas y estructurales a los problemas que lo aquejan, dificultándosele la mirada a largo plazo. Lo que Argentina necesita es, como señala de Santibañes, una “visión estratégica sin alejarse, en el proceso, de los valores de su pueblo”.

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